Luego de dos semanas fuera de la Isla, estaba loca por regresar a mi casa. Mientras preparaba las maletas de vuelta, que por alguna razón parece que se encogen cuando vienen de regreso, aumentaban mis ganas por sentir al avión aterrizar en el aeropuerto Luis Muñoz Marín. Las vacaciones hacen falta para recargar energías, pero llega el momento en que también cansan. La tediosa rutina de pronto se extraña, también a quienes te acompañan en ella.

Entre los que más extrañé están Ofelio y Morena, mis perritos, quienes son parte integral de la familia. Afortunadamente, encontré un buen lugar donde cuidaran de ellos, que me consta también los quieren con si fueran familia. Saber que estaban bien atendidos me daba tranquilidad, pero no consolaba mi nostalgia, pues uno quiere tener siempre cerca a quienes ama.

Las dudas que tenía sobre si mis perritos me extrañaban con igual intensidad, quedaron aclaradas con el cálido recibimiento que me dieron al llegar el domingo a mi casa. No me dejaban casi respirar de tanto cariño. Me lamieron toda la cara y sus rabos se movían con más fuerza que nunca. Esa alegría de los animalitos nos llena el corazón y nos contagia al instante. Es un sentimiento puro, intenso y hermoso. Va mucho más allá de una reflejo o acto instintivo, es una conexión mucho más compleja e intensa que todos deberíamos darnos la oportunidad de experimentar. Como toda relación sentimental, requiere respeto, lealtad y comunicación. Cuando convertimos en hábito las muestras de amor y el buen trato hacia los demás, recibiremos de vuelta sentimientos con igual intensidad. Esto aplica a toda forma de vida, no sólo a los seres humanos.

De vuelta a Puerto Rico, leía en la prensa digital sobre la sorprendente historia de un perro que al ver a sus amos al borde de la muerte, luego de sufrir un accidente de tránsito que los dejó inconscientes, salió a buscar ayuda y dirigió al cuerpo de rescate directamente a donde se encontraban. Como esa, hay muchas otras historias que ponen de manifiesto cuán intenso puede llegar a ser el sentimiento entre dos formas de vida cuando el respeto, la lealtad y el amor es recíproco. Para que nos amen tenemos que amar y actuar siempre a favor de la relación. Defenderla, protegerla y demostrar la importancia que tiene para nuestra vida. Estar dispuestos a sacrificar unas cosas por el bienestar común, que debe convertirse en algo más grande e importante que las ambiciones personales. Todo esto parece retórica aplicable exclusivamente a las relaciones sentimentales humanas pero, perfectamente encaja en todo tipo de relación, incluida la que desarrollamos con nuestras mascotas. Uno constata cuánto se quiere y la falta que hacen algunos cosas, cuando se aleja momentáneamente de ellas. Pasa con tu país, con los vecinos, familiares, compañeros de trabajo y también con tus mascotas.

Los extrañé con todas las fuerzas de mi alma y disfruté esa alegre bienvenida de manera muy especial. Ese cariño me ayudó a que el proceso de sacar el arbolito de Navidad no me pesara tanto, pues al hacerlo se hace evidente que las vacaciones han llegado a su final.

Aunque falta el rabito de Las Octavitas, ya hay que comenzar a trabajar. Bueno, ya con las baterías recargadas, a comenzar la batalla diaria que incluye dar el máximo para echar tu familia adelante, entre los que incluyo y siempre incluiré a quienes con tanto amor me recibieron en la puerta de mi casa; Ofelio y Morena.