El pasado sábado me presenté junto a Raymond Arrieta, en el Osceola Performing Arts Center de Orlando. Fue sin dudas una función muy especial. El viaje que nos llevó hacia Orlando ya daba indicios de que la experiencia sería distinta, pues nos vimos obligados a cambiar de rumbo para hacer una parada de emergencia en el aeropuerto de Ft. Lauderdale, luego de que un pasajero se puso imprudente y resultó imposible controlarlo.

Era un boricua que abordó el vuelo con nosotros en San Juan, quien se mostró muy simpático al saludarnos, pero parece que la botella de whisky que se había tomado le explotó en las alturas, llevándolo a hacer un papelón del cual estoy segura va a arrepentirse el resto de su vida.

Darse el palito de vez en cuando no tiene nada de malo, pero si te consta que no puedes detenerte una vez comienzas, te toca tomar la firme decisión de alejarte de eso que tanto daño de hace. La jumeta pasa, pero las consecuencias se quedan. A veces te cuestan la vida o peor, la vida de otros.

Aquel señor la va a pasar muy mal estas navidades, espero que le sirva de aprendizaje.

Obviamente, el individuo se convirtió en protagonista de la parte inicial de nuestro stand up una vez llegamos a Orlando, donde el público se dejó sentir desde que el avión aterrizó.

“¡Gracias por traer el show!”, fue lo primero que nos dijo una familia puertorriqueña radicada en Orlando desde el huracán María. Me contaban que celebraban el que pudieron encontrar boletos para toda la familia, aunque tenían que sentarse separados, pues fueron de los últimos en comprar uno de los 2,000 boletos que se hicieron disponibles y que se vendieron en su totalidad.

Para los que nos subimos al escenario, cada función es única. El respeto enorme que tenemos hacia nuestro público, y el agradecimiento por permitirnos ganarnos la vida haciendo lo que nos gusta, nos lleva a dar siempre el máximo. Sin embargo, hay circunstancias que hacen la experiencia especial como, por ejemplo, tener un teatro lleno de puertorriqueños de la diáspora, riendo y gozando.

La nostalgia que genera el estar fuera de la isla los lleva a valorar cada minuto del espectáculo como deseando que nunca acabara. Las risas eran intensas y parecían que nunca iban a terminar. Desde el vídeo inicial del show hasta el baile de despedida, nuestros hermanos y hermanas no pararon de demostrar con sus risas y aplausos cuán bien la estaban pasando. Lo mismo pasaba con todo el elenco que, al sentir la buena vibra del público, nos llenábamos de alegría y se nos notaba.

Llevar producciones como el stand up “Sé lo tuyo” para los Estados Unidos resulta un poco complejo, pues el elenco es grande, pero vale la pena el esfuerzo. Ver a nuestra gente de la diáspora gozando, entre ellas a mi hermana mayor, Cecilia, -que fue a verme-, fue una experiencia que disfruté al máximo y que espero repetir con próximas producciones, tanto en Orlando como en otras ciudades de alta concentración de puertorriqueños.

No quiero terminar la columna sin agradecerles a todos ustedes el enorme respaldo brindado a la comedia “Sé lo tuyo”. Ya no quedan boletos para las últimas dos funciones en el Coca Cola Music Hall y así ha sido en todas las funciones que ustedes decidieron llenar a capacidad. Estamos muy agradecidos por ese respaldo y en el futuro pueden esperar producciones trabajadas con igual empeño para asegurar que se las disfruten de principio a fin. Por su puesto, que eso incluye a nuestra gente querida de la diáspora, a donde siempre vamos a regresar. ¡Gracias por tanto cariño!