Cuando recibí la llamada para invitarme a participar en los actos de graduación de dos escuelas de nivel superior de Loíza, pensé que sería grabando un vídeo o entrando a Zoom. Pero no. Me sorprendió saber que sería un evento presencial, el primero en el que participo desde que comenzó la cuarentena.

Por supuesto que acepté y allí llegué el pasado viernes en la tarde.

Me encanta Loíza, es uno de mis pueblos favoritos: sus paisajes, cultura, comida, pero sobre todo su gente. Me llenó de mucha alegría llegar al parque de pelota, donde habían convocado para celebrar la graduación. El que fuera tradicional, la hacía diferente ya que en estos tiempos todo se ha invertido. Las graduaciones virtuales fueron la orden del día, pues era la única forma de poder celebrar algún tipo de ceremonia. Esta era una de las primeras, que yo tuviera conocimiento, que se hacía de la forma convencional.

Todo muy bien organizado por el Municipio y el Departamento de Educación. Fue un evento al aire libre, donde todo el mundo -padres y estudiantes- utilizó mascarillas y sus manos fueron tratadas con desinfectantes, antes de ser sentados de forma adecuada y segura. No les niego que ver a toda la audiencia cubriendo sus rostros con mascarillas durante los actos de graduación, fue una estampa que me impresionó. Se hacía evidente los nuevos tiempos y retos que esos jóvenes han tenido y tendrán que vivir en su futuro inmediato.

Aunque diferente por las medidas especiales de salubridad, el ver a la gente congregada comenzaba a enviar un mensaje de ir caminando poco a poco hacia la normalidad. Una nueva normalidad que sabemos será diferente, pero que tiene que seguir contando con la congregación social como la forma principal de interacción humana. No podemos migrar hacia lo digital de manera absoluta, sería trágico para la humanidad. Tenemos que combinar y complementar para que no se pierda la esencia de la vida en comunidad.

Le hablé a los jóvenes sobre la importancia de aquel acontecimiento y cómo las circunstancias hacían el momento, incluso más especial. Los momentos difíciles, hacen a las personas más fuertes y los preparan para enfrentar adversidades. Aquellos jóvenes son parte de una generación de graduandos a quienes les tocará vivir y trabajar en un nuevo mundo. A juzgar por las expresiones de los rostros, ellos lo tienen claro. Me pareció un buen gesto por parte de los organizadores el esfuerzo por lograr que estos jóvenes pudieran encontrarse para su graduación. Verse por FaceTime y hablar por las redes no es y espero nunca sea suficiente. Ese agradecimiento final a sus maestros, fue bonito que fuera presencial.

Felicito a la alcaldesa de Loíza, Hon. Julia Nazario y al Secretario de Educación, Eligio Hernández, por el esfuerzo. Salí de aquella ceremonia con mi corazón lleno de alegría, también las manos, pues me obsequiaron unas alcapurrias listas para freír, que se convirtieron en el plato fuerte de casa durante el fin de semana.