Había terminado mi columna de la semana hace varios días, pero conmovida con la noticia de la muerte de la superestrella de la NBA, Kobe Bryant, decidí cambiar el tema.

No hace falta conocer a Kobe ni ser fanática del baloncesto para sentir dolor por su trágica partida y la de su adorable hija de 13 años. ¡Qué noticia más triste! Como madre, me resulta imposible dejar de pensar en mis hijos y en el profundo dolor que arropa a la familia Bryant.

Como en muchos hogares, la NBA es parte de nuestra programación televisiva. Mi esposo ve todos los juegos que puede y de vez en cuando lo acompaño. No sé si fue en uno de esos juegos o más tarde en las redes sociales cuando vi la tierna estampa de padre de Kobe Bryan junto a su hija Gianna en las gradas de la cancha.

Le comenté a mi esposo que me encantaba Kobe, que se veía una persona buena y proyectaba mucho amor para su hija. Para mí, aquella imagen tenía que haber sido la mejor jugada de la noche. Dudo mucho que los espectaculares donqueos y tapones de aquel juego, se acercaran en belleza a la ternura de aquel momento de padre e hija. Era la última imagen que tenía en mi mente de Kobe hasta que escuché la noticia de su muerte.

Aún más perturbador me resultó conocer que la hermosa niña que le acompañó aquella noche a la cancha también le acompañaba en el fatídico viaje. ¡Trágico por demás! La vida es impredecible y aunque sabemos que a todos nos llegará el momento, nunca imaginamos que puede ser pronto.

Pero una y otra vez vemos historias que nos estrujan el corazón, de gente que se marcha de esta vida antes de la cuenta. Importante reflexionar sobre nuestra forma de vida y la manera en que invertimos nuestro tiempo. Si le estamos dedicando más tiempo al amor que al odio, a estar peleando y discutiendo, que a perdonar y conciliar. Si compartir con nuestros seres amados tiene la prioridad que merece. Si nos esmeramos por practicar el bien y hacer amigos en cada rincón en vez de coleccionar enemigos. Si en fin, estamos disfrutando la vida y siendo felices.

Kobe y Gianna partieron antes de tiempo, sólo Dios sabe por qué. Pero cómo testifican los baloncestistas Shaquille O’Neal y Michael Jordan, quienes le conocieron de cerca, Kobe vivió con intensidad, amando profundamente lo que fue su forma de vida, el baloncesto, y a su familia, cuya compañía disfrutó hasta que la tragedia lo sorprendió.

Era un hombre compasivo y solidario, pues hemos visto las reseñas periodísticas donde lo presentan ayudando a las víctimas de un accidente de vehículos con el que se encontró en la carretera, como todo un buen samaritano. No miró para el lado, dejándole el trabajo a los otros, él mismo metió mano y brindó su ayuda. Es la forma en que debemos vivir, que si la muerte nos sorprende, tengamos la tranquilidad de que hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance para ser felices y ayudar a los demás.

Descanse en paz Kobe Bryant y su hija Gianna.