I'm back!

Con lo que les estuve contando durante los días que estuve en Detroit y por las fotos que les mostré, se habrán dado cuenta de que el auto show de Detroit es un gran festín para los ojos. Como pudieron observar, las grandes estrellas, los cheches de la película, son por supuesto los prototipos, seguidos por los nuevos autos de producción. En prácticamente todas las áreas de exhibición hay carros de apariencia sencillamente espléndida.

Sin embargo, en Detroit estos regios vehículos que dejan boquiabierto a cualquiera, tienen que competir con un inesperado coprotagonista que en vez de dejar la boca abierta, lo que hace es ponerla en movimiento.

Esa otra estrella del espectáculo es la comida. Si el auto show de Detroit es un festín para los ojos, como ya dijimos, también lo es para el paladar. Sucede que año tras año, las automotrices se esmeran por tener buena comida en sus fastuosas áreas de presentación. Por ejemplo, Acura, fiel a sus orígenes japoneses, sirve sushi mientras General Motors que es la principal de las automotrices americanas, sirve el máximo representante de la gastronomía gringa: el humilde hot dog.

Hot dogs de chili y queso con papitas y wraps en General Motors.

 

En el segundo piso del área de exhibición de Toyota y Lexus siempre hubo comida liviana, refrescos, agua, postres y hasta ofrecieron masajes.

La alemana Mercedes-Benz también tenía un área exclusiva en la que servían comida y postres y bebidas todo el tiempo. O sea, comida nonstop.

Hasta afuera del auto show se come en cantidad. Durante los últimos cinco o seis años, Chrysler habilita un viejo cuartel de bomberos justo al cruzar la calle del Cobo Hall, sede de la exhibición. A partir de las cuatro de la tarde de cada uno de los días de prensa, el Firehouse se convierte en un pub de periodistas en los que se sirve, libre de costo, la usual gastronomía de pub como hamburguesas, sándwiches, alitas, ensaladas, sopas y carnes. Esto, hasta las tantas de la noche.

Cupcakes en Infiniti

Irónicamente, las marcas más caras, son las más macetas. Lamborghini, Ferrari, Maserati, Rolls-Royce y Bentley, año viene y año va, no ofrecen nada.

Así que con la ventaja de tener un metabolismo que quema las calorías casi tan pronto entran a mi cuerpo, ya se imaginan qué hice en Detroit: sin inhibición alguna, desde por la mañana en que llegaba al Cobo, hasta la noche cuando salía del Firehouse, comía a todo lo que da. Comí más que un lechón boricua antes de las Navidades. Comí más que un pavo antes de Thanksgiving. Es más, gente, comí más que un afrentao en el salad bar de Ponderosa. Y no era el único, porque por todos lados se veian periodistas de todas las naciones, de todas las edades y de todos los pesos, moviendo furiosamente las quijadas.

Pues sí gente, pequé de gula en Detroit.

Sigan viendo las fotos...

 

 Paletas de Haagen Dazs en Chrysler

 

 

 Pinchos de escalopines envueltos en tocineta y salsa barbecue en el área de Mercedes-Benz. 

 

 

 El sushi de Acura.

 

Pinchos de pollo en Mercedes-Benz. También los tenían de vegetales.

 

 

 Frappés de frutas en Chrysler

 

 

 La compañía de microcarros Smart ofreció repostería y sorbets de frutas.

 

 

 Al igual que Chrysler, Mercedes-Benz también tuvo las paletas Haagen Dazs.