Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 18 años.
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Una de las principales quejas que tienen los padres con niños de edad escolar son los proyectos. El comentario más frecuente es que a sus nenes les asignan unos proyectos tan y tan complicados, que siempre son los padres los que terminan haciéndolos.
En muchas ocasiones estos proyectos arruinan lo que hubiese podido ser un placentero fin de semana familiar. Sí, porque la complejidad es tal, que estas asignaciones a veces exigen que los nenes y los pobres papás tengan que encerrarse todo el wikén para hacerlas.
Así que maestros, permítanme sugerirles un proyecto para asignar a sus estudiantes que no sólo fomentará el aprendizaje, sino también, la unión familiar. Sería un proyecto para la clase de ciencias y se trata del estudio de las distintas fases de descomposición del cuerpo de un animalito. Sonará bien complicado, pero es sumamente sencillo. El mismo consiste en documentar con fotos los perros muertos en las carreteras del país y las distintas etapas de descomposición en las que se encuentran. ¿Que será difícil encontrar todas las etapas? Pues gente, claro que no. Toda esta pudrición está a simple vista en cualquier carretera de la primorosa Isla del Encanto porque en este país, absolutamente ninguna agencia, estatal o municipal, retira un perro o gato muerto de la carretera.
Para hacer el proyecto completo de una sola sentá, simplemente dense un paseíto por la carretera número 3 desde Carolina hasta Fajardo. Allí, a simple vista de los miles de turistas que visitan las fastuosas hospederías de la zona este, están todas y cada una de las facetas de descomposición de un perro muerto: el animal acabadito de atropellar; el que comienza a hincharse; el que ya está todo inflado y espatarrado con las patitas hacia arriba y la panza a punto de estallar; el que ya explotó y cuyas vísceras están todas desparramadas por la carretera; el que ya tiene el cuero viejo tostado por sol con los huesos ya expuestos, y el de la etapa final, en la que sólo se ven los huesos ya mezclados con el polvo en el que inevitablemente se convierte la carroña.
Algo muy posible es que durante la documentación presencien la primera fase de todo el proceso: la del pobre perro flaco, pelao y hambriento que todo nervioso y confundido y con la lengua por fuera, va caminando a orillas de la carretera, esperando un certero cantazo que lo saque de su miseria. Sí, de seguro que verán esta escena también porque de la misma manera que ninguna agencia recoge los animales muertos, tampoco existe una que rescate a los vivos. Ah no, discúlpenme. Sí, sí existe una que recoge a los animales vivos. Es verdad, me equivoqué. Mala mía. Esa es la que los recoge para tirarlos por los puentes.
Bueno, pues además de la número 3, hay otra ruta igual de productiva. Se trata de la carretera vieja de Caguas, la número uno. Allí, a simple vista de los turistas internos que fugazmente visitan las peculiares hospederías de la zona, también hay infinidad de perros y gatos muertos.
¿Qué cómo aportaría este trabajo escolar a la unión familiar? Pues fácil. Para el proceso de documentación, toda la familia podrá irse por una de estas rutas en un apacible paseo dominguero. Y además del paseíto, mientras el nene o la nena esté cerquita fotografiando el cuerpo inflado de algún perro muerto, podrán todos, juntos en familia, saborear unos pinchos o unas típicas frituras en algún quiosco improvisado en el mismo paseo de la carretera.