Me niego a responderle esa pregunta
Cuando tu sobrino quiere saber la verdad sobre los "personajes que los visitan".

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 10 años.
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No, no estoy preparada. Me niego. Desearía que Sebastián se quedara así de chiquito, que su inocencia fuera para siempre, y que nunca viniera donde mí con una de las preguntas más incómodas, terribles y catastróficas que se le pueden hacer a una tía: “Tití, dime la verdad. ¿El ratón de los dientes es mi mamá?”
No fue a mí y casi convulso cuando mi amiga Edlyn me llamó histérica para contarme de la nueva ocurrencia de su sobrino Ángelo.
El niño de ocho años, todo pugilateado, no podía acudir donde los seres que lo engendraron a hacerle la bendita pregunta. No, en su lugar, fue donde su tía, en un acto, que evidencia claramente lo cómodo que se siente él con ella al hablar sobre sus preocupaciones, y la confianza que él tiene con ella.
Resulta que Ángelo, al ser cuestionado por tití sobre la procedencia de esa información, le respondió que fueron sus amiguitos de la escuela.
Ella, en ese momento, le dijo que la verdad es lo que uno cree. Y al preguntarle “¿qué tú crees?”, él le contestó: “yo creo que son ellos”. Y ella le dijo: “pues, sigue tu instinto”.
Cuando me contó esta anécdota pude entender la histeria, algo que hace poco menos de un año me habría dado risa y parecido ridículo. Pero el nene inocente de tití ya está creciendo y las ilusiones propias de la niñez van desapareciendo con la madurez. Y nosotras las tías, como muchos padres, vemos que los niños y niñas de nuestras vidas crecen demasiado rápido, y eso nos angustia porque sabemos que un día ya no serán más nuestros bebés.
Hoy fue la fantasía del ratón de los dientes, mañana puede ser la Santa Claus, los Reyes Magos, el conejo de Pascua o el luchador Rey Misterio (en el caso de Darío, el nene de mi amiga Bárbara). Todos esos personajes generan una ilusión especial en los niños y descubrir la verdad, los hace sentir engañados.
Todavía recuerdo el momento en que encontré mis regalos de Reyes y los de mi hermano debajo de la cama de mis papás. Lloré muchísimo, fue triste, me sentí defraudada, y lo peor fue callarme el secreto esa Navidad para no romperle la ilusión a mi hermano.
Esa fue la peor Navidad de mi vida hasta que años más tarde, en la misma temporada, un jevo del que estaba bien enchulá me dejó. Creo que ahí fue que lo superé. (Nah, es broma. Pero en serio, fue una “triste Navidad”, como dice la canción).
En fin, entiendo a Edlyn porque recuerdo lo desilusionado que uno se siente cuando te explotan la burbuja de esas fantasías, y no queremos jamás que ellos experimenten la misma tristeza.
Parte de nuestra responsabilidad con los sobrinos es esa, protegerlos y evitarles el dolor, y si eso ya es inevitable, estar ahí para consentirlos y consolarlos.
Yo, honestamente, no sé cómo reaccionaría el día que Sebastián me pregunte algo como eso. No quisiera mentirle a Sebastián nunca, pero también me gustaría que pudiera conservar esa ilusión el mayor tiempo posible.
Quizás siga el mismo ejemplo de Edlyn o mejor le paso la batuta a su madre y su padre, a ver qué le inventan.
¿Y ustedes, han estado en la misma situación? ¿Cómo han reaccionado?