
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 10 años.
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La idea de ser mamá rondaba en mi cabeza como un leve zumbido cuando supe que tendría un sobrinito. Pero, como ya les había dicho, dudaba. No estaba segura de que la maternidad fuera para mí.
Como les comenté en mi primer post, más ternura me inspiraba un perrito que un niño (mis amigas enfurecían cada vez que lo decía). Sin embargo, los astros se alinearon, el mundo conspiró, y sucedió lo que muchas de ellas me habían vaticinado: “eso te va a durar hasta que te enamores o hasta que tengas un sobrino”.
Y como la nena no es sencilla, no pasó una, pasaron las dos (A LA VEZ). Me enamoré ridículamente de alguien que me hizo ver en él no solo al potencial compañero de mi vida, sino a la persona con quien me gustaría formar una familia, y al poco tiempo de haber reconocido lo anterior, recibí la noticia de que me convertiría en tía.
El recuerdo está vivo en mi memoria: el día que tuve por primera vez a Sebastián en brazos, con su ropita de muñeco en estopilla azul y blanca, con su fragilidad y su inocencia, supe lo mucho que quería tener un bebé.
Ese sentimiento ha continuado creciendo en mí por los pasados casi tres años. Verlo dormir, reír, gatear y dar sus primeros pasos, balbucear y pronunciar sus primeras palabras, alegrarse al ver un personaje que le gusta y escuchar sus ocurrencias ha hecho que ese deseo que tengo de convertirme en madre se dispare.
Reconozco que jamás se compara el ser tía con ser madre y que tal vez las titís solo vemos desde afuera la maternidad y no pasamos las madrugadas en vela, ni los tenemos que lactar mil veces al día hasta que los pezones se parten, ni tenemos que mantenernos en guardia en un hospital, pero amamos a nuestros sobrinos con intensidad similar a la de una mamá. Quizás, ser tías no nos da el entrenamiento físico suficiente para ser madres, pero a base de mi experiencia, puedo asegurar que nos prepara el terreno en el corazón para amar de la forma desmedida en que lo hace una mamá.
Cuándo será el día en que pueda tener a mi bebé en brazos, es incierto… Espero que sea pronto, pero en lo que llega ese momento tan deseado por mí, soy feliz de saber que Sebastián llena ese lugar.
¿Y para ustedes, ha sido igual? ¿Ser tías ha intensificado sus deseos de ser mamá?