Este fin de semana celebramos la excelencia periodística. Colegas de todos los medios compartimos, como no habíamos podido hacerlo desde que inició la pandemia. Aplaudimos a los que recibieron reconocimientos por el trabajo realizado durante el pasado año. También celebramos la trayectoria de los veteranos periodistas. De esa forma, culminamos una complicada semana, en la que colegas estuvieron bajo fuego, tanto física como verbalmente. Por eso, le voy a dedicar estas líneas al trabajo que realizamos a diario, buscando la verdad.

El ejercicio del periodismo es garantía para la democracia que tanto atesoramos. Es la labor de la prensa, la que permite fiscalizar la labor gubernamental. La que insiste en la rendición de cuentas, de aquellos a quienes se les ha conferido el privilegio de administrar la cosa pública y los recursos del país. Es parte fundamental de nuestro deber, informar sobre lo que acontece, pero también pedir cuentas, defender a los que no pueden hacerlo por sí mismos y dar voz a las comunidades.

La pasión que compartimos los que ejercemos esta profesión, nos empuja todos los días a realizar un mejor trabajo, a observar la ética con rigurosidad, a cuestionarlo todo; a educarnos de forma constante, para poder comprender mejor y transmitir de forma clara la información. Esos son los periodistas que yo conozco, y con quienes comparto mi diario vivir. No somos personas perfectas o infalibles, por supuesto que nos podemos equivocar y nos hemos equivocado. Sin embargo, el saldo de tener una prensa libre para los ciudadanos es ganancia.

Por eso, la carta de derechos de nuestra Constitución, protege la libertad de prensa tal y como protege la libertad de expresión. Los periodistas sabemos que siempre habrá intentos por callar nuestras voces, porque exponemos realidades que no a todos les gustan o les convienen. Sabemos que muchas veces exponemos nuestra seguridad. Pero ese riesgo no es una puerta abierta para que se ataque a un periodista por hacer su trabajo. Los foros están abiertos para refutar información con información. No es aceptable el ataque personal.

He escuchado a personas casi justificar las agresiones verbales o físicas contra la prensa, diciendo que en otros países matan a periodistas, y que aquí tenemos la fortuna de poder ejercer el oficio sin ese tipo de amenazas. La realidad es que el anonimato en las redes sociales se ha convertido en un arma peligrosa, que incita a la violencia. Claro, sin poner de por medio su rostro o su nombre, es muy fácil proferir todo tipo de insulto, con lenguaje ofensivo y multiplicarlo. Las palabras importan, el mensaje puede ser poderoso. Si no le parece, mire lo que pasó el 6 de enero de 2021 en Washington D.C.

Los periodistas tenemos el deber de informar aun cuando la información divulgada pueda incomodar a algunas personas o algunos intereses. Tenemos el deber de buscar todos los puntos de vista, pero también tenemos que corroborar lo que se nos dice, para tratar de encontrar la verdad.

Los periodistas hablamos a nombre del pueblo de Puerto Rico. Aun cuando algún senador no lo quiera ver, los periodistas somos en efecto, quienes llevamos adelante las inquietudes y preocupaciones del país. Llevamos adelante las denuncias y combatimos la inequidad a nombre de quienes la padecen, precisamente porque hablamos a nombre del pueblo de Puerto Rico. Y justamente por eso, ese mismo pueblo, entendió que era importante garantizar que siempre tengamos una prensa libre. Hoy, mi columna se la dedico a Sandra Rodríguez Cotto, a Denisse Pérez, a Juan Costa y a todos mis colegas periodistas y fotoperiodistas que tienen clara su misión.