¿Habrá llegado el momento de preocuparnos por la posibilidad de tiroteos en nuestras escuelas? Es un escenario que no hemos vivido, pero no me parece descabellado pensar que es muy posible. Principalmente, después de las amenazas esta pasada semana, con estudiantes hablando en redes sociales de baños de sangre y hasta la ocupación de un arma a un menor de edad.

Cuando vemos masacres y tiroteos en lugares públicos en los Estados Unidos, la impresión generalizada es que en Puerto Rico es muy poco probable que eso ocurra, porque esos son actos de personas muy desajustadas, antisociales y mentalmente perturbadas. También pensamos que allá, donde los tiroteos en lugares públicos son cosa de todos los días, hay un problema de acceso irrestricto a armas de fuego.

Pues veamos lo ocurrido esta pasada semana. Uno de los incidentes fue en la escuela superior República de Perú en Santurce, donde ocuparon un arma de fuego en la mochila de un adolescente. Era un arma ilegal, al parecer propiedad de su padre y por eso el adulto tendrá que responder. Pero es evidente que aquí sí hay un peligro latente y no es por la laxitud de la ley de armas, pues en Puerto Rico siempre hay armas ilegales disponibles para el que las quiera.

Este no fue el único incidente, otras amenazas ocurrieron en escuelas de Cidra y Vega Alta. En una de ellas un estudiante le comunicó sus intenciones a una de sus maestras.

Hasta el laureado Recinto de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico fue objeto de amenazas por una estudiante, a través de las redes sociales. Y en otra reconocida escuela, University Gardens High School, denominada escuela modelo en ciencias y matemáticas, un estudiante planificaba una masacre, que llevaría hasta otro plantel cercano. Este plan fue frustrado por casualidad. La pregunta es, ¿qué va a pasar el día en que nadie se percate de la amenaza?

Ojalá nunca llegue ese día y podamos seguir confiando en que nuestros hijos e hijas están seguras en las escuelas y universidades del país. Pero para procurar que realmente esto nunca ocurra, hace falta acción.

He visto propuestas sobre detectores de metales y demás vigilancia; que hay que reforzar la presencia de guardias o policías y todo eso puede ayudar. Pero creo que la acción más importante que debe tomar el país es atender la salud mental de la población. Ese es el mal invisible que un buen día nos puede dar una desagradable sorpresa.

Alrededor de un cuarto de millón de puertorriqueños llama todos los años a las líneas de ayuda para crisis emocional, que tiene disponible la Administración de Servicios de Salud Mental y Contra la Adicción. Esos son solo aquellos que pueden reconocer que tienen un problema y que necesitan ayuda. Estoy bastante segura de que la cantidad de personas que está sufriendo algún trastorno duplica esa cantidad, pero muchos no pueden o no quieren reconocerlo, así que mucho menos van a buscar ayuda.

Una crisis de salud mental, no implica que se padezca de alguna condición o enfermedad mental, realmente cualquier persona puede enfrentar situaciones que le provoquen un momento de crisis, pero no manejarla o manejarla mal, puede desatar frustración y violencia. Y como un problema lleva a otro, ya veremos quiénes son los profesionales que van a atender esta situación, pues hay pocos psiquiatras en la isla; tampoco hay suficientes psicólogos y muchos de ellos no aceptan planes médicos. Para colmo los trabajadores sociales están cada vez más escasos.

Mientras tanto, aquellos que están vinculados al ambiente escolar, abran los ojos, no desatiendan cualquier alerta. Los padres y familiares conversen con sus hijos y escúchenlos. Observen su comportamiento y sobre todas las cosas apóyenlos, ámenlos y abrácenlos. No hay medicina más poderosa que el amor familiar.