Los años universitarios son una época hermosa en la vida de todos y todas. Es el momento de aprender las destrezas de una carrera y los conocimientos que nos llevarán a la vida laboral. Es también la época en la que creas nuevos lazos personales, amigos de por vida y futuros colegas.

La Universidad de Puerto Rico (UPR), en Río Piedras, fue mi alma máter y COPU mi escuela; la Escuela de Comunicación Pública que hoy ni siquiera tiene una sede, porque el huracán María destruyó la estructura, y el espacio temporero que ocupan parece que es ya permanente.

Pero no importa la circunstancia, siempre queda un orgullo y amor especial por la Universidad.

Eran otros tiempos, no estudiamos con teléfonos celulares conectados al internet, el bachillerato se hacía con libros reales en los fríos salones de las bibliotecas. La UPR siempre estuvo atrasada en tecnología, así que cualquier gestión era más difícil que en las universidades privadas.

Ciertamente, la UPR sigue siendo un centro docente de la más alta excelencia. Ahí hay extraordinarios profesores y catedráticos que, aun con los recursos limitados, van a sacar lo mejor del estudiante. Claro, el estudiante tiene que querer, y la cosa es que ahora no necesariamente quieren. Pero, ¿qué es lo que quieren? Estamos ante otras realidades que la Universidad no vio venir.

Como madre de universitarias, les cuento lo que sé. La juventud vive con la tecnología en la mano, pero la IUPI sigue estando atrasada. No conseguir clases es todavía bastante usual, lo cual es terrible cuando estás a punto de graduarte. Es difícil, si no imposible, hacer cualquier gestión por medios electrónicos. Las huelgas han ahuyentado a muchos buenos estudiantes que no están dispuestos a perder un semestre, o lo que es igual, terminar el semestre sin haber aprendido lo que debían.

La crisis económica de los pasados 20 años ha cambiado las prioridades para muchas familias, y hoy es más práctico hacer una carrera corta o técnica que les permita generar ingresos de inmediato.

Esas opciones más reales no están en la UPR. Sin embargo, las universidades privadas se han movido a ofrecer esas alternativas también. Como si esto fuera poco, la IUPI pareciera ser la única institución universitaria que no termina con las clases “online”. A estas alturas de la pandemia eso debería ser solo una alternativa para ciertos casos.

La UPR ha perdido el 33% de sus estudiantes en menos de una década. Para contrarrestar eso, se propone eliminar el requisito del College Board.

Yo no soy “fan” de las pruebas estandarizadas, pues estas no siempre reflejan la capacidad del estudiante. No tengo duda de que estas pruebas terminan perjudicando a buenos estudiantes que merecen ir a la IUPI. Por lo tanto, buscar alternativas al examen de admisión puede ser una buena idea. Además, hay otras formas de corroborar que el estudiante tiene las competencias que necesita.

Pero mucho cuidado con reducir los estándares para abrir tanto la puerta que desalienten a los mejores estudiantes. Ya las huelgas, la reducción en la natalidad y la emigración han hecho suficiente daño. Si la UPR quiere darles un giro a las cosas y recuperar el interés de los estudiantes, tienen que hacerlo con cautela.

La UPR tiene que volver a ser pertinente en la sociedad, tiene que asegurarse de mantener sus acreditaciones, ofrecer métodos atractivos de enseñanza y ser observadora del mercado laboral. También debe buscar estudiantes en el exterior. ¿A quién no le gustaría recibir una gran educación en un paraíso tropical, por una fracción del costo? Los cambios que vayan a hacer tienen que ser un ejercicio de balance; que se aseguren primero de conocer bien a esos futuros estudiantes y entonces vayan por ellos.