Hace algún tiempo, escuche a la Hermana Blanca Colón hablar de los “niños huérfanos de padres vivos”. Esa frase me atravesó el corazón, porque encierra tanta verdad y tanto dolor...

El dolor con el que viven cientos de niños en Puerto Rico, porque no pueden disfrutar del calor de su hogar, con el amor de sus padres biológicos y bajo la protección de su familia. No puedo pensar en una circunstancia de vida mas trágica para un niño o niña, que saber que aunque sus padres están vivos, no pueden hacerse cargo de ella o él; que no quieren, no pueden o no se les permite, porque hacerlo podría costarle hasta la vida.

Empezar la vida de esta manera, es como arrancar una dura carrera con los pies atados. Pero, esa es la realidad para miles de niños en custodia del Departamento de la Familia y ubicados en hogares sustitutos o centros en toda la isla. De estos, cientos están ya en disposición para ser adoptados, después de haber atravesado el complejo proceso judicial que se requiere. Pero cuando llega ese momento, muchas veces el menor ha alcanzado una edad en la que es más difícil que sea adoptado.

La realidad es que las personas que desean adoptar, muchas veces buscan un infante o un niño o niña muy pequeña para que la adaptación sea más fácil. Así, los más grandecitos se van quedando atrás.

He tenido el privilegio de colaborar con el hogar Centro de Acogida y Sostén Agustino, por sus siglas C.A.S.A., de San Agustín del Coquí. Allí, las hermanas Blanca, Glenda y hasta hace muy poco la Hermana Sonia, que ya partió de este mundo, trabajan con un inmenso amor y sabiduría con los niños varones de entre 6 y 12 años de edad. Su misión, según ellas la llaman, es “evitar las segundas heridas del maltrato”. Enorme misión para salvar esas viditas. Con ellas he aprendido que para lograrlo es necesario mucho amor, un trato digno, estructura, disciplina, ¿ya dije amor? Pues sí, más amor, afecto, cariño, calor de hogar, sentido de pertenencia. Necesitan familia.

Algunas de estas criaturas libran, casi sin saberlo, una batalla contra el tiempo, para alcanzar el amor de una familia adoptiva antes de que sea muy tarde. Pero igual que hay niños esperando ser acogidos, también hay padres esperando encontrar a esa personita que pueda convertirse en su hijo y que pueda recibir todo su amor y cuidados. Hallar el pareo perfecto es el reto.

Por eso, antes de que termine este mes, quiero dedicarle este espacio a los esfuerzos de adopción. Noviembre es el mes de la adopción, tanto en Puerto Rico como en los Estados Unidos. Son unas semanas durante las cuales se supone que se le dé especial énfasis a la promoción de la adopción. En estos días el Departamento de la Familia coordina, junto a otras entidades, actividades y campañas educativas. Estos esfuerzos se supone que orienten sobre los programas gubernamentales existentes para incentivar la adopción. Pues con todo y ley, los esfuerzos se quedan cortos; todavía hace falta más.

Conozco a varios padres y madres adoptivas. Son personas especiales que asumieron la noble tarea autoimpuesta de rescatar la vida de un niño y hacerlo suyo. La crianza no es fácil, tampoco lo es en la adopción. Por eso hoy saludo y honro a los padres adoptivos que abrieron su corazón y salvaron una vida. Seguramente, en el proceso ese niño también salvó la suya.