La muerte de la osa Nina ha desatado una controversia en torno a la deseabilidad de que el Zoológico de Puerto Rico Dr. Juan A. Rivero, en Mayagüez, sea remodelado y reabierto al público. Más allá de las causas de la muerte de este animal en cautiverio, se han levantado cuestionamientos preocupantes sobre la condición de los animales allí y hasta el Departamento de Justicia realiza una investigación en torno a una querella que les fue presentada desde el pasado mes de octubre.

Parece evidente que el gobierno de Puerto Rico es incapaz de mantener la operación de una instalación como esta, que requiere conocimientos muy especializados y mucho dinero. El zoológico ha estado cerrado desde el 2017, desde el paso del huracán María.

Además, no tiene energía eléctrica desde Fiona, hace cuatro meses; desde entonces dependen de generadores eléctricos. El municipio de Mayagüez insiste en que el zoológico es vital para el desarrollo económico de la ciudad. Sin embargo, el pueblo ha sobrevivido perfectamente bien sin esa instalación, así que tan vital no parece ser.

La preocupación por el estado de los animales en el zoológico de Mayagüez no es nueva. Desde hace años hemos escuchado señalamientos en torno al bienestar, por ejemplo, de la elefanta Mundi. No hay más que leer los comentarios de visitantes del zoológico, en páginas de internet para viajeros, como “trip advisor”, para entender que las instalaciones estaban en deterioro, antes de María.

Entre los comentarios de visitantes están: que no había empleados suficientes, que la entrada era muy costosa, que los animales -cerca de 300 especies que viven allí- no lucían saludables. Ahora el fallecimiento de la osa americana Nina revive esa discusión.

El gobernador Pedro Pierluisi ha ordenado que el zoológico sea transformado en un santuario para animales y centro de investigación. Eso requiere, de todas formas, una inversión cuantiosa y constante. Además, habrá que elaborar una política pública para el futuro, pues esos animales están en edad geriátrica, según han dicho los propios defensores del zoológico. Entonces hay que pensar desde ahora qué va a pasar con la instalación.

Lo que no es aceptable a estas alturas del siglo 21 es que los animales sean arrebatados de su hábitat para ser colocados en una instalación inadecuada, para el disfrute nuestro. Y advierto que para mí, cualquier cosa que no sea su lugar de origen en su estado natural, es un lugar inadecuado para cualquier especie. La curiosidad del ser humano no debe satisfacerse a costa del sufrimiento de otro ser viviente.

Se trata de especies exóticas, raras para nuestro clima; son animales hermosos, algunos majestuosos, imponentes. Tenerlos de frente y verlos de cerca, en vivo y a todo color, es emocionante. Pero nuestras emociones no pueden razonablemente sostenerse ante el conocimiento que tenemos hoy día de que los animales también sufren estrés, que estar fuera de su hábitat, separados de su manada, puede contribuir a una muerte temprana. Y que constituye un acto de crueldad y violencia removerlos de su hogar para encerrarlos en algún lugar, el que sea.

Ni hablemos de los lugares donde los obligan a hacer trucos o que se comporten de determinada manera. Lo mismo va para los parques, circos, acuarios y atracciones que usan animales de esa forma contraria a su naturaleza.

No puede llamarse civilizada una sociedad que trata a sus animales así. Si viajar para verlos en su hábitat es muy costoso, puede verlos sin riesgo y sin costo alguno en algún documental, que ahora vienen 4k, HD, coloridos y con gran resolución. Le aseguro que lo va a disfrutar igual o más. Además, si la nueva generación, de todas formas, vive pegada a la pantalla de un teléfono o computadora, pues ahí puede visitar un zoológico virtual y a los animales, vamos a dejarlos en paz.