En las pasadas semanas y meses, hemos sido testigos de los más horrendos crímenes contra niños y adolescentes. Niñas embarazadas por sus padres, asesinadas, abusadas, encerradas, víctimas de actos repulsivos de incesto, agresión, incluso en la infancia más temprana. La delincuencia arrastra a nuestros jóvenes, cada vez más temprano, y en nuestras narices.

Tristemente no hemos sido capaces de articular, ante este problema real, una respuesta adecuada, integral, que incluya a todos los sectores con conocimiento y expertise, y que abarque todos los aspectos sociales que influyen en esta peligrosa tendencia. Yo sé que he escrito bastante de esto, pero es que pienso que es uno de los problemas apremiantes que enfrenta nuestro país, que debería ser prioridad número uno, y no veo que se desarrolle un sentido de urgencia al respecto.

Sin embargo, aparece un proyecto de ley, como el Proyecto de la Cámara 1821, de la autoría de la representante Lisie Burgos Muñiz, que plantea que para proteger a la niñez hay que prohibir que los niños y niñas vean o tengan acceso a artistas personificando el sexo opuesto.

Según las palabras de la legisladora, ella busca “específicamente atender el problema de exposiciones obscenas, espectáculos obscenos frente a menores de edad”. ¿Qué problema es ese?, pregunto yo. ¿Es que existe una proliferación de espectáculos para niños de contenido sexual, según lo define el proyecto, con “interés morboso en la sexualidad”; actuaciones mostrando los genitales, la personificación del sexo femenino o masculino usando “pelucas, máscaras o maquillaje grotesco”? La respuesta es: por supuesto que no.

Yo sé que la legisladora responde a un electorado particular, que malinformado puede entender que la causa de los problemas de nuestra niñez es que alguna persona se vista de mujer para hacer una presentación, las que por cierto nunca he visto que sean de contenido sexual.

–Lo que sí hemos visto, y tenemos ejemplos muy recientes, es un hombre que en un “coffee shop” a plena luz del día sacó su pene y masturbó delante de las empleadas y lo hizo en múltiples ocasiones.

–Lo que sí hemos visto es un hombre que violó a su bebé de dos años hasta matarla. El acusado es el padre biológico de la infante, y alegadamente la violaba en la intimidad de su hogar. No había transformistas ni “drags” en esa casa.

–Lo que sí hemos visto es una niña, en su adolescencia temprana, criando un bebé, presuntamente producto de una violación por su padre biológico. Tampoco en ese hogar había personas usando pelucas o maquillaje grotesco.

Estoy segura de que estos hombres que han cometido tan abominables delitos nunca fueron llevados a un espectáculo de transformistas. Más aún, estoy segura de que si se les pregunta, ellos dirán que son cristianos, o cuando menos que creen en Dios.

¿Por qué no hay un corre y corre en el país por esto? ¿Por qué los legisladores, las agencias, los funcionarios, los partidos, las iglesias, no están en alerta y en acción, buscando soluciones a esto?

La comunidad LGBTQI+ está ofendida con la presentación de este proyecto y con razón, pues la autora de la medida, aclaró que la prohibición, si llegara a convertirse en ley, no le aplicaría a los artistas más conocidos. Es decir, que quienes a través de los años han representado a personajes como “Cuca Gómez”, “Minga y Petraca”, “Doña Plinia”, “Ruperta” o la “Dra. Alba Bosa”, están exentos de cumplir con esta ley. Entonces es más claro aún que solo le aplicaría a los transformistas que pertenecen a la comunidad LGBTQI+.

El presidente de la Cámara ha dicho que el proyecto no será considerado. Pero no por eso desaparece la inquietud que provoca el ataque a los derechos constitucionales, como es la idea de discriminar contra un grupo en particular y tratar de limitar su libertad de expresión.