Demasiadas veces la semana pasada escuché a puertorriqueños decir que se van del país hastiados de las dificultades y del costo de la vida aquí. Mientras compañeros periodistas reseñaban la nueva ronda de aumentos en los servicios básicos, las personas se acercaban con el lamento de que, a este ritmo, no les quedará otra alternativa que salir corriendo a mudarse a los Estados Unidos.

A mí se me estruja el corazón cada vez que escucho expresiones como esa, porque lo que veo es desesperanza.

Hace unos días se nos anunció un aumento en el costo de los peajes, y que habrá incrementos anuales, para satisfacer la deuda según se renegoció. Esto no incluye, por supuesto, las carreteras privatizadas que tienen su propio esquema de aumentos anuales. Una persona que vive en el noroeste del país, me comentó el otro día que, para llegar a trabajar a San Juan, paga $10 diarios en peajes. Esto suma a $520 al año y ahora será más.

El costo del agua también tuvo su aumento en el pasado verano y, al igual que ocurre con las demás tarifas, será revisada anualmente. Por supuesto que sabemos que nunca estas revisiones son para reducir el costo.

Pero de todos los aumentos, el del costo de la energía está realmente haciendo inhabitable este país. En dos años se ha duplicado el costo del kilovatio/hora, con aumentos cada tres meses. Este mes anunciaron una leve reducción de 2.7 centavos, pero después de haber aumentado alrededor de 16 centavos k/h en los últimos dos años, esos casi tres chavitos de reducción se quedan muy lejos de ser un alivio real.

La “cherry” en el postre es el cargo para financiamiento de la deuda renegociada de la Autoridad de Energía Eléctrica. El cargo está todavía por determinarse, aunque ya sabemos por dónde va la cosa. Lo tendremos que pagar nosotros y las próximas dos generaciones. Escuchamos a las personas decir: “si yo no tomé esa deuda, ¿por qué la tengo que pagar?”. Y en el otro lado de la ecuación los que dicen, con razón, que: “se cogió prestado y hay que pagar”.

Por supuesto que los compromisos hay que cumplirlos, pero veamos lo siguiente. La deuda que emite el país se supone que sea para levantar un capital para realizar mejoras permanentes o para desarrollar nueva infraestructura que redunde en mejores servicios. ¿En qué invirtió la AEE esos $9,000 millones? En plantas nuevas no fue. En mejorar la tecnología no fue. En un nuevo sistema de distribución, tampoco. Si hubiese sido así, no estaríamos desde hace seis años hablando del grave deterioro de la infraestructura. Recordemos que antes del huracán María (2017) se dijo que la Central de Palo Seco se caería, así que allí tampoco habían invertido un peso.

Si hubiesen hecho las inversiones correctas, no habríamos sufrido tanto con María, ni con Fiona. Ese dinero no fue usado tampoco para transicionar a las energías renovables y limpias. Entonces, ¿en qué lo gastaron? Esa respuesta es fácil. Con ese dinero lo único que se hizo fue alimentar la política partidista. Algunas ventajas obtuvieron los políticos de turno, de los dos partidos, que uno tras otro autorizaron más y más deuda, la misma que ahora usted y yo tenemos que pagar. Por eso dicen los ciudadanos, “esa deuda no es mía”, porque el puertorriqueño de a pie no se benefició en nada y ahora tiene que pagarlo todo.

Habrá quien argumente que el aumentito en el salario mínimo compensará esta alza en el costo de todas las cosas y servicios. Pero la realidad es que ese aumento, si es que llega a los $10.50 por hora prometidos, ni remotamente logra compensar todos cantazos que ha recibido el bolsillo de los puertorriqueños.

Por eso me duele, a veces me da coraje y me indigna, pero tengo que entender por qué muchos se sienten tan acorralados que no pueden evitar contemplar abandonar el país como única solución.