Se acabó el debate. El cambio climático es una realidad, ya lo estamos viviendo, aunque muchos no quieran aceptarlo por conveniencia o por ignorancia.

En los últimos años hemos visto el aumento en las temperaturas a nivel mundial, cómo se derriten los glaciales, eventos extremos de lluvias, sequías y huracanes más intensos. Lamentablemente, cuando hablamos de cambio climático, la mayoría prefieren pensar en las imágenes de los delgados osos polares y ven el problema como algo lejano que solo afecta a otros. La realidad es que ya nos afecta a todos y nos urge tomar acción, pero es ahí donde llega la división y el conflicto.

Desacelerar el cambio climático conlleva cambios y decisiones que no serán fáciles, requiere de sacrificios, decisiones valientes, cambios de estilos de vida y de costumbres económicas que para muchos es mejor hacerse de la vista larga.

¿Estamos de verdad comprometidos a buscar una solución y respetar el ambiente a simplemente hacemos un aguaje ambiental? Vemos medidas para prohibir las bolsas plásticas, los sorbetos y las neveras de foam; y todo esto está bien, pero son parchos a lo loco si no vienen acompañados de una visión coherente y consistente.

De nada nos sirven esas pequeñas iniciativas si damos la espalda a las soluciones que conllevan impacto “económico”, como la otorgación de permisos a construcciones en el litoral marino, el karso, la falta de fondos para protección de costas y la mitigación de riesgos. Resulta más fácil prohibir un sorbeto que detener otros grandes riesgos ambientales, facilitar los permisos para opciones de energía renovable, proteger las cuencas, promover la reforestación y proteger los cuerpos de agua.

El cambio climático y proteger el ambiente es un asunto muy serio que nos compete a todos como individuos, al Pueblo y al Gobierno. Es necesario implementar medidas que en ocasiones no serán del agrado de todas las partes, pero que al final serán necesarias. Hay países que ya han logrado demostrar que las medidas ambientales también pueden ser económicamente exitosas. Solo hace falta el compromiso, más inteligencia y consistencia, y menos aguaje.

Ya pasamos de la etapa de preguntarnos si creen en el calentamiento global. La crisis climática es un hecho real, científicamente comprobado; no es un issue de partidos o ideales políticos, es una emergencia que nos afecta a todos. La única manera de remediarla y afrontarla es con unidad de propósito, con un compromiso genuino de proteger el ambiente. Tenemos que dejar el aguaje y comenzar a tomar una acción responsable.

A modo de ejemplo, recientemente el Gobernador declaró una emergencia ecológica debido a una enfermedad que ataca a los corales. Esta medida se logró gracias a la insistencia de la Sociedad de Ambiente Marino, un grupo de científicos voluntarios que detectaron la enfermedad en Culebra en el 2019. Esto permitirá la asignación de fondos para atender esta pandemia en los corales, pero es un ejemplo del gran trecho qué hay que recorrer, no solamente agonizan los corales.

Por eso es que no se puede menospreciar las luchas ambientales como que solo son de tortugas comunistas o de gente de izquierda. La naturaleza grita y agoniza, y cuando la ignoramos reclama su espacio. Si no se toma acción ahora los próximos en agonizar seremos nosotros.