Desde que tengo uso de razón, soy ARTISTA. Lo escribo en mayúscula porque amo todo lo que representa ese nombre. Suena importante y ¡lo es!

Es importante porque abarca desde una pincelada diminuta en la mirada de la Gioconda, hasta lo amplio y profundo de un pulmón de Pavarotti. Desde un pedacito de cristal que colocado correctamente al lado de muchos otros se convierte en un gran mosaico, hasta una pasarela con modelos de piernas tan largas como esos deseos de triunfar y obtener notoriedad.

Nacida y criada en Nueva York, siempre estuve clara de cuál sería mi destino. Mis padres fueron mi mayor fuente de apoyo y los cheerleaders perfectos. De audición en audición, logré hacer comerciales, películas, televisión, teatro y formar parte de distintas agrupaciones musicales hasta que, finalmente, me llegó esa gran oportunidad.

De la mano de Antonio Sanchez “El Gángster” logré firmar mi primera contrato discográfico con BMG, y el resto es historia. ¡Me pegué! Me hice famosa como cantante ¡Wow! Lo que tanto soñé, se materializó.

Viajé, trabajé, viajé y trabajé hasta la saciedad. Las alfombras rojas de todas las premiaciones las pisé. Las fotos, entre shootings y fans eran infinitas.

Trabajar hasta la madrugada para dormir pocas horas, porque al día siguiente tocaba una entrevista al amanecer. O tal vez, un avión que nos llevaría a otro maravilloso encuentro con un público deseoso de verte en persona, para dejar la garganta coreando tus canciones. Y es así como el “artistaje” comienza a surtir ese efecto de enmohecer al artista.

“Es que no me muevo sin mi entourage”. El mánager, el peluquero, la publicista, los bailarines, amigos, familiares, etc. Esa bola de ego sigue creciendo. Personas maravillosas que siempre creyeron en ti y que en esos momentos sientes que sin ellos no puedes ni respirar. Que no se te salga un pelo de sitio ¡y mucho menos que dando un brinco, una extensión termine achicharrá en un foco!

Dios reprenda que se te caiga una uña y cuando le saques el “dedo malo” a un reportero que te peló, se enteren que te las comes hasta el ñú. ¡Tú no viajes si no es en primera clase! Y si encontramos un huequito al lado del piloto... ¡mejor! De diseñadores y zapatos ni hablar. Los hoteles, la comida, las invitaciones a las fiestas mas VIP... you name it.

Y no es que todo ese desborde de atenciones y lujos no sea espectacular, por supuesto que sí. Pero nos vivimos la película de tal manera, que nos hace creer invencibles, porque ni siquiera se piensa en lo que pasa, cuando todo eso pasa. Y ese momento es duro. Ese cambio ha sido mortal (literal) para muchos grandes artistas que no lo asimilaron, que no lo vieron venir.

Yo, en una comparación más actualizada, siento que el “artistaje” ha pasado por una transformación menos real con esto de las plataformas sociales. Cada follower que se suma, cada like que nos dan y cada comentario repleto de halagos nos alimenta ese ego y nos vivimos la película, nuevamente. Es un “artistaje” cibernético. Una fantasía que no muchos logran palpar en la vida real, porque ni siquiera conocen lo que es tener un contacto directo con un fanático.

Y a eso súmale... ¡el contenido! Ahí es que se separa el grano de la paja. Partiendo de la premisa de que esta última palabra es lo que muchos tienen en la cabeza, ellos mantienen una competencia constante entre la frivolidad y el mal gusto. No aportan mucho o tal vez nada, pero suficiente para ganarle algunos likes a su falta de atención. Hasta que llega un hacker. ¿Y quién maneja esa crisis?

El artista en tiempos difíciles se reinventa. Como el pulpo cuando pierde un tentáculo y al poco tiempo ya tiene uno nuevo. Con los años crea una trayectoria. Una historia. El artista alimenta y se alimenta de la creatividad. Su expresión, en la forma que sea, provoca emoción, alegría, nostalgia, risas y sí, tristeza también.

Para el artista el mejor “like” es el aplauso. Las plataformas sociales en estos tiempos ayudan. Claro que sí. Y si eres realmente talentoso, usarlas de trampolín será una ficha ganadora. Pero, lo mejor de todo es saber que como artista, jamás serás intimidada por un hacker, porque el talento no es efímero y tu legado no se borra apretando una tecla.

¡SOY ARTISTA!