Ya ustedes saben que soy “opinionada” y que peco de exceso de sinceridad. Pero, hoy quiero hablarles del día que decidí ser sincera conmigo y con el público.

Los días antes de dar el “notición” fueron terribles. Yo sabía lo que se me venía encima. Pensaba en los familiares que no sabían. Pensaba en el trabajo. ¿Me tratarán diferente? ¿Me dirán que no soy una buena imagen para el programa? Incluso, me llegué a cuestionar si era necesario decirlo.

El primer paso era informarles a nuestras madres lo que iba a suceder. La intención era protegerlas lo más que se pudiera. Entre las instrucciones que les dimos a nuestras progenitoras estaba la de evitar la prensa escrita, especialmente los comentarios de odio que suelen aparecer al pie de las noticias. (Si quiere un ejemplo, busque los comentarios debajo de esta columna).

Aclaro que esto fue hace diez años y que Primera Hora tuvo la cortesía de desactivar los comentarios al pie de la nota, pero de Facebook nadie se zafa. Más de 30 personas nos mandaron a quemar en el infierno, muchas otras nos aseguraron que la ira de Dios iba a caer sobre nosotras y había otra gran cantidad que escribía: “Qué me importa lo que diga la negra cafre esa”.

Después de preparar a nuestras madres, nos tocaba prepararnos a nosotras. Honestamente, estábamos muy nerviosas. Ya hemos visto cuán destructiva (muchas veces injusta) puede ser la opinión pública contra una figura conocida.

A mí me dolían los hombros, la espalda, la cabeza. ¡Ni las “Relafen” me ayudaban! Demasiadas dudas, demasiado estrés. Nadie debería pasar por eso y mucho menos personas que lo único que quieren es ser honestas consigo mismas y, más importante, quieren ser honestas con las personas que les rodean.

Al fin llegó el día del notición y, ¿saben qué?, no recuerdo nada de ese día. No sé ni a qué hora me levanté, no sé con quién hablé ni qué hice. Aparentemente, lo bloqueé. Lo que sí me acuerdo es del día después y puedo decir que el saldo fue positivo.

Ya no había estrés ni peso en los hombros. Me sentía dueña de mi vida. Porque era mi vida y por fin me atrevía a vivirla como yo quería. ¡Como me diera la gana! Leí todos los comentarios de Facebook. Y eran más los positivos que los negativos. Me escribieron muchos jóvenes, hombres y mujeres, diciendo que fui la motivación para ellos atreverse a hablar. Y como si fuera poco, también me escribieron madres que vieron en mí a su hijo o hija. Ellos fueron mis “Relafen”.

Hace diez años le dije al mundo que esta soy yo y la que está a mi lado, Emineh de Lourdes, es mi compañera de vida. Desde hace diez años no me persigue nadie con una cámara. Desde hace diez años no me hacen preguntas maliciosas. Desde hace diez años no me escondo para amar.

Todavía hay mucho camino por recorrer y mucho que desaprender. Y en estos tiempos que vivimos donde hemos normalizado la violencia, la falta de empatía y el poco respeto por el prójimo, hacen falta historias que partan desde el amor.