Lacté a mis mellizos Lorenzo Javier y Leonardo André hasta que cumplieron cinco años. La leche materna fue su único alimento durante sus primeros seis meses de vida. Pero, además del beneficio para su salud, el apego y el vínculo que se crea entre mamá e hijos es muy fuerte. Hoy, a sus seis años, aún se duermen sobre el calor de mis pechos. A veces pienso que ellos atesoran mis senos más que yo.

Por eso, al pensar en la posibilidad de sufrir de cáncer de mama, lo primero que me viene a la mente son mis hijos. Un diagnóstico podría implicar tener que someterme a una mastectomía. Entonces, ¿cómo les explico a mis niños que ya no tendrán las tetas para dormirse en las noches? ¿Cómo reaccionarán al ver una cicatriz en lugar de la areola y el pezón? ¿Cómo hacerles entender que nuestro vínculo es más fuerte que eso y que no desaparecerá? ¿Cómo explicarles que soy más que un par de senos?

Las respuestas a esas preguntas las tendré si alguna vez me enfrento a un diagnóstico de cáncer de senos. Pues, aunque como periodista me gusta ponerme en la piel de mis entrevistados, la realidad es que no hay manera que alguien sienta algo que no ha experimentado en carne propia.

Recientemente conocí a unas valerosas mujeres que enfrentaron el cáncer de mama en diferentes etapas de sus vidas: Julia, Lillian, Yamille y Zulma.

Mujeres que me permitieron entrar en su intimidad, me compartieron sus frustraciones y los temores que sintieron tras ser diagnosticadas, durante sus tratamientos e incluso luego de haber vencido el cáncer. Las cuatro quedaron mutiladas. Algunas lo enfrentaron con entereza. Otras cayeron en un profundo boquete emocional e incluso aún hoy cuestionan el por qué. Cada vivencia, cada testimonio de una sobreviviente, es desgarrador. Sentí su dolor y su tristeza. Pero, también vi en ellas mujeres enteras que aprendieron a vivir sin senos. Que celebran sus cicatrices como un soldado lo hace al regresar de la guerra. Ejemplos vivos de que vale la pena luchar.

Ellas llegaron al campo de batalla cuando el cáncer había ganado terreno, avanzó tanto y tan rápido que se apoderó de sus pechos. Estaban en desventaja frente a un asesino silencioso. Por eso, cuando lo enfrentan tienen que hacerlo de manera radical, desprendiéndose de sus senos.

Prevenirlo mediante la detección temprana es el arma principal con la que contamos para tener una probabilidad mayor de supervivencia o, al menos, procurar no salir tan golpeadas del enfrentamiento.

En el 2020, el cáncer de seno afectó a más de dos millones de personas en el mundo. Sobre 685 mil mujeres murieron. En Puerto Rico, es una condición que ataca a una de cada 13 mujeres convirtiéndolo en el tipo de cáncer de mayor incidencia y en la primera causa de muerte por cáncer entre las féminas.

Octubre ha sido denominado el mes de la concienciación sobre el cáncer de seno. El rosa designado como el color para ello. Pero, esta enfermedad se enfrenta todos los meses, todas las semanas, todos los días con el color que cada cual le quiera dar.

Realízate la mamografía anualmente si eres mayor de 40 años o si tienes predisposición genética.

El resto del año, autoexamina tu cuerpo, toca tus senos… no permitas que el cáncer te toque a ti.