El célebre consejo de Isabel Allende, que dice: “vinimos al mundo a perderlo todo… hay que tratar de vivir en el presente”, es sin lugar a dudas una alerta en tiempos de pandemia donde aún no recuperamos la normalidad. ¡Yo me conformo con un “nuevo normal” donde los artistas pudiéramos decidir vivir el presente sin miedos y con FE! ¡Nuestra sensibilidad artística ha sido golpeada de miles maneras y en muchos niveles difíciles de contabilizar, por lo que siento que, de no saber aceptar nuestras pérdidas, pudiéramos caer en la trampa de sentir miedos paralizantes que nos impidan VIVIR!

El miedo es cosa mala que debemos enfrentar, porque no hay nada más desesperanzador que paralizarnos ante situaciones que tienen salida y solución. Y bien lo dijo durante la Depresión del ‘33 el presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, en un discurso en el que afirmó que “a lo único que hay que temerle es al miedo mismo”.

¿Quién no ha sentido miedo a vivir o a morir, miedo a ganar o a perder, miedo a sentir, miedo a apostar, miedo a lo conocido o miedo a lo que aún nos toca por conocer?

En más de 18 meses de pandemia nos hemos visto cara a cara con nuestros miedos y nuestras pérdidas sin darnos cuenta que ambos son inevitables realidades que tenemos que aceptar. Por ejemplo, nos toca a los artistas decir adiós a tantos valores de nuestra música popular que nos ponen de frente a un crudo despertar: detrás de cada pérdida se repite la inevitabilidad de que la vida es un regalo temporal y frágil que debemos disfrutar y, en su momento, debemos dejar ir.

Perdimos a nivel profesional en este 2021 que aún no culmina a Johnny Pacheco, a Larry Harlow, a Roberto Roena y a Johnny Ventura. ¿Alguien puede ponerles un valor a estas pérdidas incalculables? Yo no. Aun frente al consuelo de sus legados musicales, que vivirán por siempre en el recuerdo, no me consuela que ya no estén en este plano físico y terrenal, pero nosotros y sus familiares tenemos que entender que “vinimos al mundo a perderlo todo…”.

El aprendizaje del apóstol Pablo -que nos dice en Filipenses 3:8 que “Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por quien lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo”- es un puro ejemplo del tesoro de vida eterna que rescató su esperanza y encauzó su vida por el sendero que hoy nos apunta hacia el Camino, la Verdad y la Vida, que es Jesucristo.

Sí, es cierto que de este lado de la Eternidad estamos para perderlo todo, porque aquí todo es efímero, frágil y perecedero; mas no tenemos por qué temer, porque al otro lado nos espera, por FE y fe en la obra Redentora de Cristo, una herencia eterna, ¡un reencuentro con nuestros seres queridos que nos debe entusiasmar a vivir y hacerlo con propósito! ¡No somos dueños de nuestro pasado ni del futuro, porque estos caen en la providencia Divina de nuestro Dios! Somos responsables de este momento, justamente encontrándonos en mi dictado y su lectura. Podemos decidir sin miedos y con fe vivir, porque la “vida nos sonríe… y nos da los buenos días, ¡aunque llueva o se nos caiga el mundo encima!” como canta José Antonio Rodríguez.

Vivamos el presente, sin miedos y con fe. Echémosle ganas a la vida a través del amor del perdón sin prejuicios; y donde tengamos dudas, subamos al monte de la oración y dejémosle a Dios el encargo de las respuestas que de este lado de la eternidad no alcanzamos a entender.

¡Vamos a vivir sin miedos… y con fe!