¿Alguna vez has escuchado frases como: “corres como nena” o “lloras como nena”? Siempre me he preguntado qué quieren decir con eso. ¿A qué se refieren? ¿Cómo corren las nenas? ¿Cómo lloran? ¿Cuál es la diferencia de cómo lo hacen los nenes?

Dicen los que saben, que el primer paso para salir de un problema es aceptar que lo tienes. Si no tienes idea de que estás sufriendo una enfermedad o si no aceptas que la padeces, la cura es casi imposible.

Percibo que eso es lo que nos pasa con el tema de la “perspectiva de género”. Muchas personas no entienden su pertinencia, porque no identifican el problema.

Vivimos en una sociedad en la que un hombre que es “amo de casa” es mal visto, es “buleado” y se considera débil o fracasado porque eso es algo femenino. En la que una niña, si puede jugar con carritos, tienen que ser de color rosa, porque el rosa es femenino. Una sociedad que se escandaliza si un niño juega con muñecas, pero no si juega con pistolas, porque eso de las muñecas es femenino y las pistolas es masculino. En la que una mujer que no desee ser madre se le juzga como vana o egoísta, porque ser madre corresponde a un rol femenino, pero si un hombre no desea ser padre no se le condena.

A mí me basta repasar escenarios como estos para darme cuenta que nos definen por nuestros genitales. Nos limitan los sueños desde que nacemos solo por hacer un check mark en el encasillado de ser niña o niño. Desafortunadamente, no se queda ahí.

El agravante es que lo masculino es fuerza y poder, mientras lo femenino es fragilidad y sumisión. Lo masculino es sobrevalorado y lo femenino es subestimado. Entonces, tenemos dos grandes problemas: uno es la brecha gigante de desventajas y desigualdad, el otro es que para muchas personas es aceptable y hasta natural.

Crecemos y esos desbalances también crecen. Entonces, un hombre y una mujer en una misma posición de trabajo no ganan lo mismo y no es difícil adivinar quién gana más y por qué. Vemos que se ejerce poder sobre quien es vulnerable. Lo femenino se convierte en presa y trofeo. Para quien se siente superior, la violencia es su derecho, su manera de mantener el control.

Esto no ocurre solo en Puerto Rico, es también una pandemia. Así como se busca la vacuna contra el coronavirus, también se busca cómo curar el discrimen por género o por cualquier razón. Pero mientras no podamos o no queramos ver nuestra condición, será muy difícil que podamos sanar. Entonces enredamos la perspectiva de género, y en la incomprensión y el desconocimiento nos volvemos cómplices de la inequidad.

Soy madre de una niña de seis años a quien no le gustan los trajes. Tiene cinco colores favoritos: violeta, verde, plateado, turquesa y rosa. Ella dice que quiere ser bombera, malabarista, veterinaria y doctora. Cuando le preguntas cómo llora, te responde que con lágrimas. Y cuando le preguntas cómo corre, contesta que muy veloz. Para ella no es un asunto de ser nene o de ser nena, y es que esas diferencias son disparates de nosotros los adultos que nos decimos y contradecimos.

Reclamamos querer vivir en un mundo justo, pero sin educación que fomente la igualdad. Queremos lo mejor para nuestras niñas y niños pero no vemos que “lo mejor” puede estar a merced de un cromosoma.