Llegó del trabajo, como siempre, pero ese día yo ya sabía que algo pasaba. Llámale intuición o el estar tanto tiempo juntos. La realidad es que, con el compartir, ya una se anticipa al porvenir. 

Empezó diciéndome que debíamos hacer algo con nuestra vida sexual, una casi inexistente, añadió. “Yo te quiero”, me dijo, pero creo que no aguanto más. “Deseo regresar a como éramos cuando nos conocimos. Quiero conmigo a esa mujer fogosa, siempre dispuesta a todo y deseosa de más, mucho más. Te propongo un ayuno sexual”. 

“¿Qué?”, dije yo sin tener idea de lo que estaba insinuando. 

“Sí”, me contestó, “lo leí y se recomienda. La intención es que eliminemos el sexo entre nosotros, como pareja, por 30 días. Así, tendremos ganas de hacerlo, es más, nos moriremos de ganas y en ese tiempo, cada uno puede ir redescubriendo su sexualidad y rediseñando todo según nuestros gustos", comentó. 

"Lo recomiendan para tener una mejor vida en pareja y sexual. Ya sabes que lo prohibido es lo que atrae. Podemos empezar de nuevo. Propongo que en un mes no nos toquemos, besemos, acariciemos, en fin, nada que signifique sexo o sus derivados. Al menos, entre nosotros, el autoerotismo es permitido. Así, debemos aprender a estar en contacto con nosotros mismos y conocer más sobre nuestra sexualidad. Es lo que recomiendan, anda, vamos a hacerlo, no perdemos nada”. 

“¿Quién recomienda, de dónde sacaste esta información, cuán real es? Tú que nunca quisiste buscar ayuda profesional ahora quieres ayunar, ¿en serio?”. 

“Además, ya lo hemos estado haciendo y hace mucho. Es más, estoy harta del ayuno”, le respondí mientras él continuaba con sus argumentos insensatos que pretendían justificar su invitación. 

“Déjame pensarlo; luego te contesto”, le dije saliendo de su lado tan pronto pude con una cara de indignación y frustración que estoy segura no pasó desapercibida. 

Él permaneció en silencio y se quedó ahí, parado, pensando en no sé qué. Mi mente estaba a mil por fracción de segundos. ¿Tendrá otra, otro, se cansó, lo cansé, ya no le gusto, no le atraigo como mujer, es culpa mía, es culpa de él, será el trabajo, los hijos, la casa? ¿Qué, mi Dios, qué? Un mal de llanto invadió todo mi ser sin una posible explicación a esa invitación de ayuno sexual y, para colmo, por 30 días.

 Me sequé las lágrimas y prometí de una vez ir y buscar ayuda, sin él.

 Quería saber dónde estaba parada en esto del sexo, de él, de nosotros.

 Mi estilo no es el de abstinencia. En mi vida más bien prefiero practicar, mejorar y hasta perfeccionarlo todo y el sexo está incluido.

 Llegó el día de la cita, le expliqué a la doctora toda su propuesta y por fin encontré una explicación coherente a esa sugerencia. 

“Es hacer lo correcto por la razón equivocada”, comenzó diciendo Doc (siempre le llamo así de cariño y ella lo permite). 

Me explicó que el sexo es una necesidad inherente al ser humano como lo es comer, dormir, amar, ser amado, y que como tal debe ser satisfecha, no ignorada. Que la idea del ayuno era buena en el contexto de que debía proveer un renacer, un rediseñar la sexualidad, pero que ella sugería que eso se trabajara tanto en conjunto como individualmente sin necesidad de ese ayuno. 

De inmediato elaboró un plan de acción, no sin antes explicarme, con lujo de detalles, todos los factores que propician una vida sexual plena y satisfactoria como la que deben vivir, añadió. 

Después de dos horas de lo que ella le llama “terapia express”, yo ya estaba lista y clara sobre lo que debía decir y hacer. Apenas el cambio comienza y lo voy a lograr con conciencia, me dije a mi misma de camino a casa. ¿Ayuno sexual? Jamás….