Después de la infidelidad, ¿qué?
De inmediato capturó mi atención cuando comenzó a explicarme sobre la predisposición genética que tenemos todos, ellos y ellas incluidas, a la infidelidad.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 9 años.
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Allí estaba yo, sentada frente a ella, tomándonos lo que ella llama un cafecito terapéutico. Necesitaba hablar, desahogarme pero, sobre todo, entender el por qué de esa verdad tan dolorosa que estaba viviendo.
Ya soy parte de la estadística, le dije a la doctora, quien tan solo me escuchaba y miraba con total atención mientras saboreaba su cortadito. Me dejó hablar todo lo que quise y tan solo me dijo: “Ok, y ahora, después de la infidelidad, ¿qué? No, mejor dicho, ¿qué y cómo?”.
Quedé perpleja, no sabía qué decirle, y tal parece que esperaba una respuesta concreta y precisa. El cuestionamiento me provocó pensar en mí por primera vez. Pero, de pronto, otra vez recuerdos de lo rico que me tocaba, el cómo su cuerpo rozaba el mío, hasta que mi alma estallaba en gozo una y otra vez. ¡Cómo no estremecerse! Deténte, es momento de pensar, honestamente, qué quieres para trascender la experiencia, pensé. “Una que no vas a olvidar”, me advirtió ella, “pero que sí recordarás diferente”. Lo dijo con tal tranquilidad que hasta le creí, quise creerle, necesitaba creerle.
De inmediato capturó mi atención cuando comenzó a explicarme sobre la predisposición genética que tenemos todos, ellos y ellas incluidas, a la infidelidad. Me habló de las respuestas químicas del cerebro y su relación con el amor, el deseo, el apego y mil cosas más que ni se me habían ocurrido. Me dijo que muchas parejas, luego de recibir ayuda y llegar a acuerdos concretos e inviolables, le expresaban que su relación se había tornado mejor que cuando mejor estaba, y eso, eso sí me dio esperanzas.
Me habló de la energía del corazón, eléctrica y magnética, en perfecta unión con la fuente o energía divina, como le llamó al explicarme la utilidad de la física cuántica, donde la ciencia se une a la conciencia, en la modificación de conducta. En fin, que el cafecito, además de terapéutico, fue bien educativo. Me sugirió cosas que hacer en la cama para concentrarme en las sensaciones y caricias, estímulos ricos y excitantes, como único pensamiento del momento. Fórmula garantizada de disfrute, le llamó ella. Ahora la entrega es otra, el sexo también. Cada caricia cobra otro significado, cada beso se recibe desde otro campo de energía. Mi excitación es prolongada, exigente y mis orgasmos, mis orgasmos, sí, también son como tocar el cielo con la mano aquí en la tierra.