Ahora, así me nombro, La triple S: sexy, segura y satisfecha. De paso, será el título de mi próximo monólogo, así que pendientes a esta puesta en escena. ¡Ah!, y con seguro social. Sí, porque no voy a esperar a mis 65, no vaya a ser que lo poquito que queda, desaparezca. Por las dudas, mejor que sea en el presente y no en el futuro incierto. 

Son 62; le llamo mi tercera mayoría de edad. La primera fue a los 21, yo no se por qué estaba tan deseosa de cumplirlos. Total, al otro día todo seguía igual, pero yo me sentía grande y con poder de decisión, sin que nadie se involucrara. ¡Mentira! 

La segunda mayoría de edad fue a los 40. Solía decir que a esa edad adoptaba una nena, los míos son tres varones y siempre me quedé con las ganas de Yoréns del Mar. Dice mi hermana que el nombre era tan horrible que por eso no me la regalaron. Yoréns por mi apellido materno: Lloréns; del mar porque ya ustedes saben que esa es mi verdadera casa. 

A los 40, me hice la misma pregunta del pasado martes 27 de junio: ¿quiero el resto de mi vida así o prefiero otras vivencias? 

Finalmente, me divorcié para casarme conmigo. Ese día empezó la famosa frase de “Carmita recuperando a Carmita” la cuál continúa. 

Ahora, los 62, tercera mayoría de edad ¡mayor! Con derecho a jubilarme y disfrutar de mi vida como quiera. Etapa que la psicología llama generatividad, bendita sea. En la que una comparte sus aprendizajes, con humildad, por supuesto, y deja ese legado, esa trascendencia para los que vienen detrás. Yo me voy de aquí a los 86 años, seis meses, cero días, pero hasta entonces, sigo labrando buen futuro para mí y los que tenga cerca. 

No tolero lo intolerable, regla de oro, y siempre pretendo hacer de lo ordinario lo extraordinario, segunda regla de oro. Trato de tener, defender y no violar mis reglas, roles y límites sin importar de dónde venga la provocación. Si me tengo que quedar, me quedo, si entiendo que mejor me voy, digo adiós o gracias pero, no gracias. 

De todo lo bueno que he aprendido en este caminar traigo conmigo gente hermosa, tres santos varones, amistades eternas y una pasión por mi trabajo que todavía admiro y agradezco. Soy privilegiada. Marcar cero en el papel del médico cuando preguntan tus condiciones de salud provoca que todos los días y a cada instante agradezca, celebre y comparta. Por ahora prevalece el empeño más grande de mi vida: la perfección, su presencia en mí. Estar unida, permanentemente, a esa energía divina, esa fuerza matriz, esa fuente que lo hizo y lo hace todo, incluyéndonos. Ahora, en esta otra vuelta de mi vida, yo solo quiero vivir…