La celebración de Halloween o Samhain tiene sus antecedentes con los antiguos druidas, sacerdotes celtas de Irlanda. En este día se celebraba y se rendía culto a la muerte y los muertos (desde la vida). Esto no ocurría de pura casualidad. Ellos utilizaban la sincronía del Universo con el cambio de estación y el incremento de la oscuridad a lo largo del día para conectar con la otra cara de la vida: la muerte.

Dentro de su celebración, los sacerdotes le ofrecían alimentos y otras ofrendas a Samhain. Iban de casa en casa recolectando estas ofrendas. Si la persona accedía a ofrecer a Samhain, entonces se hacía un trato o ‘treat’ con esa persona y su hogar para protegerlos y bendecirlos. Si se negaban, entonces se le hacía un truco o ‘trick’ en donde se le enviaban vibras entorpecedoras.

Después de los druidas, cuando llegaron los romanos a la zona e incorporaron dentro de las festividades la fiesta de la cosecha de Pomona el 1ro. de noviembre. Más tarde, los cristianos para poder ‘combatir’ las fiestas paganas declararon este día como el Día de los Santos, que inglés se traduce a “All Hallows Day”.

Los grupos irlandeses mantuvieron su tradición de Samhain celebrando la víspera de “All Hallows Day” y le llamaron “All Hallows Even” y de ahí sale el nombre de Halloween para el 31 de octubre. Esta festividad llega a Estados Unidos cuando los Quakeros emigran y traen consigo estas tradiciones.

A pesar de su interesante historia, aún son muchas las personas que celebran Halloween y no reconocen lo que celebran. Sin entrar en la religiosidad, Halloween es un día para celebrar la dualidad de la vida. Es muy parecido al Día de los Muertos (celebrado coloridamente el 2 de noviembre en México). Así como existe el estadío de la vida también existe la muerte. Halloween nos invita a mirar esta dualidad. La continuidad de la vida es muerte y viceversa.

Muchas veces podemos tener contacto con la muerte estando en vida. Desde el estar totalmente estancados e inmóviles hasta presentar un cuadro de salud delicado. O como hemos vivido recientemente en Puerto Rico, tras el paso del huracán María, la “muerte” de la vida que teníamos antes.

Se sabe que cuando los humanos tenemos contacto cercano con la muerte, esto nos sirve para reevaluar la vida. Nos ponemos a hacer ajustes. Le damos prioridad y valor a aquello que realmente nos provee felicidad, armonía, paz, amor, prosperidad y abundancia en todas las áreas.

Por esto, vayamos a los rituales y conectemos. Es necesario acercarse más a la vida.

En Halloween, podemos celebrar la vida mirando la muerte (sabiendo que ésta es inevitable). Una de las maneras más fáciles para hacerlo es escribir el propio epitafio o el escrito queremos nos acompañe en la tumba cuando ya nos vayamos de este plano. Esto nos servirá para mirar si lo que queremos la gente recuerde de nuestra vida y lo que hicimos va en acorde con lo que estamos realizando. Este es un ejercicio muy bonito que si lo tomamos de manera abierta y sin juicio nos lleva a aprender mucho de nosotros.

Luego, hagamos un ritual con FUEGO.

* Lo primero es que podemos escribir en una hoja de papel todo aquello que queremos desechar y dejar atrás. 

* Lo quemamos. 

* Una vez se disuelva esa hoja de papel, nos podemos quedar sentados mirando el fuego y hacer una visualización de aquellas cosas queremos transmutar del epitafio que hemos escrito.

* El fuego nos ayuda a disolver esas cosas que no aportan y construir lo que sí aporta de una manera más rápida. 

* Tomemos 3 respiraciones profundas y luego de 5-10 minutos de visualización damos GRACIAS y culminamos el ritual.