El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino!  Con esta frase de José Martí quiero comenzar a escribir de la sustitución de importaciones como mecanismo para fomentar el crecimiento de nuestra economía y crear empleos. 

En una de las múltiples enciclopedias virtuales definen la sustitución de importaciones como la “Política orientada a producir en el país lo que usualmente se importa; conjunto de normas pro industriales, generalmente consistentes en la implementación de barreras arancelarias destinadas a restringir o evitar la importación de los productos que se pretende sustituir. Su justificación estriba en el incremento del valor agregado y la creación de puestos de trabajo en la economía nacional.”

Esa definición ata dos conceptos básicos, el primero, producir localmente lo que se importa y segundo, establecer por legislación barreras que impidan que esos productos que queremos proteger compitan directamente con los que se producen localmente.  El incremento en el valor agregado mencionado en la definición que presento no es otra cosa que un aumento en la producción del país a causa de la producción y del consumo local del bien lo cual presume que el dinero gastado en ese bien se quede en su totalidad en el país.

Se puede sustituir importaciones de prácticamente todos los bienes y servicios que se importen en una economía.   Digo prácticamente todo porque por nuestra condición de país tropical no podemos producir, por ejemplo, peras u otros bienes agrícolas típicos de otras regiones. 

En estos años donde el petróleo se ha puesto caro, hemos visto movidas del gobierno y de la empresa privada hacia la reducción de la dependencia hacia ese bien.  Esto no es otra cosa que sustituir importaciones de petróleo que importamos y no producimos, por energía eólica u otro tipo de energía que sí podemos producir localmente.  Esto supone la importación de los molinos y demás equipo que no producimos localmente pero supongo que, a mediado plazo, se plantee la necesidad de producir esos bienes localmente.

 Con la agricultura ha ocurrido lo mismo, aunque por su naturaleza la agricultura es más importante que los demás sectores por razones obvias, usted puede estar sin un carro por mucho tiempo pero no sin comer. En este sector se importa el 85% de lo que nos comemos y dichos productos provienen, en muchas ocasiones de sitios lejanos.  El problema con esto es que los bienes agrícolas, principalmente los no procesados, son perecederos, es decir que mientras más viejos peor para el consumo humano, y obviamente para su salud.  El otro problema con la situación de la dependencia alimentaria que tenemos es que si surge un conflicto bélico o huelgario con los que importan dichos alimentos va a haber escases de comida en la Isla y esto sí que sería grave.

Ahora bien, sustituir importaciones no se hace de la noche a la mañana.  Es un proceso que toma tiempo y que requiere de mucho esfuerzo, planificación y voluntad.  Debemos producir y cosechar para luego sustituir.  Esto requiere rediseñar la rueda que una vez tuvimos para estimular la producción local.  Esa rueda de la que hablo ofrecía, entre otras cosas, incentivos, tierras, equipos, adiestramientos a empleados y ayuda a los agroempresarios. 

Y lo más importante, necesitamos educar al consumidor y a los comerciantes para que cuando compren productos agrícolas busquen los que se producen localmente porque son más beneficiosos para su salud, porque ayudan a generar empleos en el País, porque estimulan nuestra economía y porque, como diría José Martí, “El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino!”.  El día en que no dudemos en comprar nuestros productos sobre los demás habremos alcanzado nuestra meta de sustituir importaciones.