Si ha habido una actriz intensa, completa, creativa y apasionada lo fue, sin dudas, Gilda Galán. Al recordarla la nostalgia es inevitable, pero su legado perdura y su paso por las artes siempre será una de las páginas más brillantes de la actuación boricua.

Gilda nació en Guayama.  Allí cursó sus grados primarios hasta que con el tiempo se graduó de bachillerato en la Universidad Mundial, donde obtuvo una concentración en relaciones públicas y una segunda en periodismo. Su historia está íntimamente ligada al arte.  Gilda componía, escribía, cantaba, actuaba, declamaba y tantas otras habilidades. A sus 31 años comenzó a escribir cuentos y a los 33 ya laboraba en una emisora radial como actriz y libretista. Posteriormente don Ángel Ramos, dueño del periódico El Mundo y WKAQ radio, la contrata y comenzó una vida en la radio, que la llevaría a interpretar el personaje de ¨la abuelita¨, con el que contaba historias  a los niños puertorriqueños. Con la llegada de la televisión en 1954, a solo tres meses de su estreno, ya Gilda entraba en el nuevo medio con este personaje, colocándose   como favorita de la grey infantil.

Otro campo que trabajó fue el doblaje de series y películas, una industria que dominábamos a la perfección y en donde figuras como Gilda, Lydia Echevarría y José Luis “Chavito” Marrero eran reyes por su memoria y facilidad de dominio de técnica. En 1956 crea la primera Cooperativa de Teatro y se mantuvo activa dentro y fuera de la isla dominando la comedia y el drama.  En 1965, nace en La taberna india uno de los personajes que la identificarían, “Etelvina Tru Tru”, la mujer de la cartera a cuestas, de moño, sombrero y de aspecto de dama cívica.

El escritor y productor cubano Alberto González, con su compañía televisiva, la reclutó para protagonizar un programa de corte satírico en la época en que don Luis Ferré se convertía en gobernador. En 1968, nació Se alquilan habitaciones, uno de los primeros condominios de la televisión que se presentó por la Telecadena Pérez Perry.  Con el personaje de “Marunga”, Gilda Galán escribía la nueva historia de la sátira y la denuncia social televisiva. Pero de igual modo, sería perseguida, boicoteada y censurada sin que esto minara sus convicciones ni su fortaleza, para imponerse con su talento y su equipo de trabajo, compuesto por actores de renombre y credibilidad como lo fueron su inseparable Delia Esther Quiñones, Luis Vera, Luis Arrillaga y muchos más.  La mejor forma de describir esta etapa es recordar unas décimas que la  Gilda cantaba en la obra El pianista en el tejado, versión teatral derivada de la popular serie televisiva que fue sacada cinco veces del aire.  La canción decía así:  

“Yo estuve allá por el once,

y luego al cuatro pasé

y en el siete me quedé

cubriendo San Juan y Ponce.

Sorprendida doña Monse,

se quedó al verme en el dos

y luego un poquito atroz

he pasado al dieciocho

donde estoy dando bizcocho

con mucha ayuda de Dios”

Jamás presión alguna pudo acallar la voz de “Marunga”, personaje alter-ego de Gilda. Ella era así. Directa, valiente y se las cantaba a cualquiera como las veía. Sus frases favoritas y que todos repetían eran: “La situación está mortal” y “Como está la situación”.  

Gilda fue, además, responsable de la adaptación para televisión y el cine de muchas de las historias de Abelardo Díaz Alfaro.  Fue columnista de El Imparcial y en los años 70 tuvo una sección en el Show de las doce. Gilda Galán estableció un respeto y un dominio de la comedia que despierta la conciencia.  Se le valoró siempre por su honestidad y verticalidad. Luego de un tiempo fuera de Puerto Rico,  Lolyn Paz la  contrató para ser una de las protagonistas de Magnolias de acero, personaje que dio pie a la serie televisiva El beauty producida por Lolyn en Telemundo.

Como escritora nos dejó varios libros, entre los que se destacan Cuentos de la abuelita  y Borinquen por ti despierta mi lira.  Era de carácter fuerte, pero con un corazón que no le cabía en el pecho. Así lo pudieron atestiguar sus muchos estudiantes de teatro. Con Gilda había que andar derecho o no entrabas en su reino. Sin que me quede nada por dentro su ausencia me produce nostalgia, pero el haberla conocido y el poder compartir con ella me mantiene alegre.