No había cumplido dieciocho años cuando ya Víctor Alicea comenzaba a entrenarse en esa mágica disciplina del baile con Junito Betancourt, un destacado maestro y coreógrafo que fue mentor de muchas estrellas boricuas. Allá para el 1970, participó de una gran escuela llamada La Compañía de Variedades Artísticas. Dicha escuela había sido creada en ley como uno de los proyectos de la artista y senadora Ruth Fernández. Allí tuvo la oportunidad de entrar en todas las disciplinas de las artes de la representación: canto, baile, música, expresión, teatro, y de paso contar con excelentes profesionales que se mantuvieron en la plantilla educativa de un proyecto único que capacitaba a los artistas profesionales y ayudaba a delinear los sueños de los que recién comenzarían en este competitivo mundo de la farándula.

Para los años 80, cuando Teatro del Sesenta presenta La verdadera historia de Pedro Navaja, bajo la dirección de Pablo Cabrera, Víctor entró en el mundo del teatro profesional de la mano de esa compañía que aspiraba hacerse del Teatro Sylvia Rexach en Puerta de Tierra y mantener expuesto su talento desde una casa propia. Al correr del tiempo ya que la obra se mantuvo en cartelera más de un año, con varios de los actores de la pieza, formaron un grupo llamado Taller de Actores. Idearon un concepto de comedia que fue bien recibido en Teleluz, el canal de Tommy Muñiz. Así nació El derecho de lavar, la comedia del Show del mediodía del canal 7. Y allí nace “Epifanio González Villamil” como el dueño del famoso laundromat. Fue un tiempo maravilloso de aprender, de hacer televisión en vivo y colectiva, de actuar, escribir, dirigir y pulirse donde todos desarrollaron el mucho talento que tenían. Con el tiempo se hicieron unos cambios en el concepto del programa del mediodía y el Taller de Actores tuvo la oportunidad de ir creando y delineando otros personajes. Víctor con su cantera de talento comenzó a surgir en la pantalla como un verdadero creador y nacieron: “Guille”, “Meñique”, “Ruperta la Caimana”, “Lulú”, y otros producto de su indiscutible talento.

Participó además en algunos de los Desconciertos de Awilda Carbia en calidad de bailarín y coreógrafo. Siempre disciplinado, serio, trabajador y luchador incansable. De esa época tengo maravillosos recuerdos de un amigo que ha sido siempre un gran ser humano, un artista en todas las facetas y un comprometido y solidario luchador en pro de su clase, de su trabajo y de las causas nobles. Si grande es su talento, ni hablar de su corazón. 

Leyendo su biografía en la Fundación Nacional para la Cultura Popular me enteré que fue Papo Valle del Trío Borinquen quien le pidió una muestra de su trabajo y se la llevó a Luisito Vigoreaux. Luis, que tiene un olfato impresionante para el triunfo, lo contrata para la comedia Entrando por la cocina y la historia de Víctor Alicea cambió para siempre. Le siguió El kiosko Budweiser, y junto a Carmen Nydia Velázquez, el binomio “Susa y Epifanio” se ha mantenido por tres décadas en el corazón y los medios de comunicación.

Otros personajes fueron naciendo como “Luzma”, “Severo” y actuaciones en teatro, clubes, fiestas patronales, así como viajes donde en diversos escenarios ha demostrado a cabalidad la maravilla de su talento.

Recientemente, intervino en los Monólogos de las verijas junto a otros talentosos compañeros. Víctor es un actor, punto. Domina el drama, la comedia, el sarcasmo, la sátira o la tragicomedia. La diferencia evidente entre un comediante y un cómico se hace palpable cuando lo vemos actuar. Es estudioso, se prepara y tiene un respeto por el público y el trabajo que realiza impresionante. Un comediante es un actor. Un cómico es aquel que se cree el alma de las fiestas porque se dio dos tragos y piensa que es chistoso. No se confundan jamás porque el primero es eterno. La grandeza de su trabajo está en su entrenamiento, disciplina y pasión. Para Víctor, a quien admiro y quiero desde hace muchos años, va esta Nostalgia Alegre de hoy. Gracias por lo extraordinario de tu existencia.