Antes del internet, la historia de la educación fue la del manejo controlado de mucha información por pocas personas. Ahora en la era digital, la educación se enfrenta al acceso y uso de información, no por cientos de miles de profesores, científicos, maestros y estudiantes, sino por millones de humanos y por ChatGPT.

La educación tradicional es la transferencia de fechas, eventos, cálculos, imágenes y textos de un maestro a un aprendiz para realizar un trabajo o función. Las generaciones previas estudiamos con tiza, papel, lápiz y cartulina. Continúa siendo un “download asistido” de datos al cerebro, sea en papel o en PDF. Pero la pandemia, la economía global y el ChatGPT nos obligan a repensar qué, por qué y cómo educaremos a esta generación en la nueva era de la inteligencia artificial. Se trata de un hecho sin vuelta atrás.

Las universidades están comenzando a reflexionar respecto a las evaluaciones e integridad académica, y en cómo garantizar que las personas que completen grados universitarios posean ese peritaje. Algunos piensan en establecer políticas académicas más restrictivas, prevenir el uso de ChatGPT, preparar exámenes más difíciles y aumentar los estándares éticos. Es un asunto que causa controversia dada la naturaleza de este fenómeno.

Sin embargo, ya existen sugerencias para incorporar la inteligencia artificial a la enseñanza. Los educadores pueden usar ChatGPT para diseñar planes de clases, preguntas de exámenes y actividades creativas. Puede ser útil para la investigación y la recopilación de información y para ahorrar tiempo en la búsqueda de recursos confiables. Por último, la inteligencia artificial ofrece una forma eficiente de comunicación con los estudiantes mediante interacciones más reales y pertinentes dentro y fuera del salón de clases.

Más allá de acceder información, los estudiantes podrían usar ChatGPT para repasos de exámenes, creación de bosquejos y para personalizar su experiencia educativa. El ChatGPT y otras inteligencias artificiales pueden mejorar las destrezas del lenguaje porque permiten a los estudiantes interaccionar de forma escrita o hablada. También, estas herramientas contribuyen a reducir las limitaciones causadas por el idioma, la diversidad funcional y otras barreras que enfrentan los estudiantes.

No obstante, el ChatGPT puede ofrecer información equivocada o sesgada, o carecer de datos bien específicos de eventos recientes porque es una máquina. Ahí entra en juego la necesidad de la mente, del cerebro y de la inteligencia biológica, los cuales no pueden ser reemplazados. A fin de cuentas, fue el sistema nervioso humano el que diseñó la “inteligencia artificial”.

Aunque esta inteligencia artificial tiene limitaciones, el ChatGPT podría cambiar no solamente nuestro paradigma educativo, sino también la salud, los asuntos económicos y la política. Es quizás la herramienta digital más poderosa que tenemos disponible en nuestros celulares los humanos en el año 23 de siglo 21.

Posdata: Escribí parte de esto con ChatGPT como asistente.