“Tu amor es un periódico de ayer,

que nadie más procura ya leer.

Sensacional cuando salió en la madrugada,

a mediodía ya noticia confirmada,

y en la tarde materia olvidada.

Tu amor es un periódico de ayer”

Así cantaba Héctor Lavoe.

Casi todos coinciden en que los periódicos viejos solo sirven para: 1-envolver loza durante una mudanza, 2-cubrir el fondo de la jaula del pajarito y 3- limpiar cristales y espejos. Habrá quienes le encuentren otros usos prácticos o artísticos, pero pocos piensan que sirven como fuente de información y formación de pensamiento crítico.

Discrepo respetuosamente, como dicen algunos en Tuiter, quizás sardónicamente. Como sabe todo historiador, periodista o detective que valore su diploma, no sólo son útiles para la investigación, sino que -al menos en mi caso- tienen un valor catártico.

Primero debo confesar que leo recurrentemente periódicos de apenas una o dos semanas de viejos, cuando sus páginas aún no se han tornado amarillas y quebradizas. Los heredo de mi vecino, quien los descarta luego de hacer el crucigrama diario. ¿Por qué no compro y leo un periódico fresco? Pues porque hace tiempo mis fuentes de información noticiosa son electrónicas. Estoy suscrita a varios periódicos y agencias noticiosas digitales, y a través de Tuiter me entero INMEDIATAMENTE de lo que ocurre en el mundo y aún tardará un rato en llegar a la radio, unas horas en llegar a un noticiario de TV, y un día en ser publicado en prensa escrita.

Además, a mi juicio los artículos de fondo, reseñas, columnas de opinión y hasta crónicas sociales se leen mejor con un compás de espera que brinde perspectiva. Y me resulta divertido leer sobre las posturas y decisiones políticas, científicas, administrativas y hasta militares que con unas semanas de atraso resultan, como poco, aspiracionalmente ingenuas, y como mucho, a veces embarazosas.

Como dicen en Castilla la Vieja, “hindsight is 20-20”.

En la lectura de noticias viejas hay un íntimo regocijo en encontrar las raíces de los descalabros de hoy en los pequeños errores de ayer, en seguir a la inversa las pistas de lo que hoy sabemos y hace unas semanas desconocíamos. Hay un profundo proceso de aprendizaje hacia la mesura, la ponderada acción y reacción, la pausa antes de actuar y hablar.

Por lo tanto, no descalifico los periódicos en absoluto. Todo lo contrario, los valorizo por su significado histórico. En sus noticias podemos apreciar la evolución de los eventos que cada día nos afectan, las semillas de las actitudes colectivas de hoy, los orígenes de las tendencias que se convertirán en olas y quizás en marullos.

Por eso les invito a que lean los periódicos, y en especial esta columna de opinión... la semana que viene.