Unas generaciones atrás, en nuestro país el nacimiento de una niña significaba la llegada de “una chancleta”. Para los papás, la noticia no provocaba ni el orgullo, ni la alegría sentida como cuando nacía un varón. Frecuentemente, sus amigos se burlaban de ellos y le expresaban palabras de pésame, como si se tratara de una desgracia.

La chancleta es un objeto útil para llevar en los pies, dentro de la casa y ser arrastrado por el suelo donde está en contacto directo con el polvo sucio. Es apreciado por la función que cumple, pero nadie le da mucho mérito o valor. Muchas personas ni las usan, prefiriendo andar descalzas o calzando zapatos.

Las niñas eran consideradas de poco mérito y valor, solo útiles para las tareas del hogar, ayudando a la madre, atendiendo a sus hermanos, a su padre y a sus amigos. La sociedad las asociaba con problemas, dolores de cabeza y posibles acciones de vergüenza para toda la familia. Eran consideradas seres que requerían vigilancia, protección y control.

Esta visión les negaba la dignidad a las niñas, que crecían sintiéndose inferiores, muchas de ellas frustradas y otras resignadas, ocupando el lugar que les asignaban donde eran pisoteadas, arrastradas por el suelo y menospreciadas. Por otro lado, los varones eran exaltados y criados para hacerse dueños y señores de las mujeres.

Hoy en día, el nacimiento de una niña es descrito como la llegada de una princesa. Escuchamos a muchos papás expresar su satisfacción, real o fingida, de esa manera. Las princesas siempre son bellas, frágiles y caprichosas. Viven rodeadas de lujos, siendo mantenidas por el pueblo sin tener que trabajar. No tienen preocupaciones más allá de cuidar su aspecto físico y el pasarlo bien. Junto a la familia, vive pendiente de que llegue un príncipe azul, quien la hará feliz para siempre, casándose con ella. En muchos aspectos el desarrollo de su potencial humano es ignorado.

Gracias a las luchas que las mujeres hemos librado, exigiendo respeto, dignidad y trato equitativo, las niñas ya no son chancletas, pero ser princesas no representa un gran avance. Todas seguimos siendo vistas como las causantes de la ira y la violencia de los hombres porque no cumplimos el papel que nos ha sido asignado, ya sea de chancleta o de princesa. Todavía, personas e instituciones importantes consideran a las mujeres cosas útiles para ser pisoteadas y arrastradas, aunque al nacer las llamen princesas. Muchos padres y madres crían a las niñas de manera distinta a los varones, haciéndolas dudar de sus capacidades y méritos, acentuando el que sean complacientes y sumisas, lo cual las hace ser inseguras.

Es tiempo de tomar en serio el tema de la equidad de género para combatir la violencia contra de las mujeres. Es tiempo de ver a nuestras niñas como lo que son: tan valiosas como los varones, tan merecedoras de oportunidades como ellos y con capacidades para destacarse en todos los ámbitos del saber y del actuar. Es tiempo de celebrar el nacimiento de una niña proclamando: ha nacido una niña, una mujer única, y vamos a asegurarnos de que desarrolle todo su potencial humano para que sea fuerte y poderosa, haciendo grandes aportes a la sociedad, como Dios manda.