Por Dra. Celia Mir / Catedrática

Dra. Celia Mir 
catedrática
Dra. Celia Mir catedrática (Suministrada)

El diccionario define “virtual” como que tiene virtud para producir un efecto, aunque no lo produzca de inmediato o de presente; conlleva a un efecto implícito; con existencia aparente y no real.

Con las modalidades que existen hoy en la educación, principalmente la no presencial, la tecnología y los avances de informática se han ido magnificando con un mayor uso de plataformas virtuales y con esto se añade otro significado a estas definiciones del concepto virtual.

Las nuevas definiciones se han ido ajustando a los avances de informática, nuevos equipos, páginas web, programación. Se añade a la interpretación, el que lo virtual presenta una inflación de imágenes, audiovisuales que crean una realidad aumentada.

Lo cierto es que en el panorama actual esta realidad virtual llegó para quedarse. Sus operaciones son concretas y efectivas, no por sí mismas, sino por el hecho de utilizar un ambiente dependiente del medio, del acceso y de la manipulación de los sujetos.

En los procesos de enseñanza y aprendizaje, no solo por utilizar la tecnología y los medios de la información y la comunicación, ya podemos establecer que la clase es virtual. Aun cuando se siga un currículo, tiene que existir un ambiente para la interacción efectiva entre los estudiantes, el profesor y el contenido. Deben existir objetivos claros, medibles.

En mi experiencia como profesora universitaria, en el área de ciencias, considero que las herramientas como la computadora, el teléfono celular, el iPad y otros, con sus programas multimedia, son tan buenas como limitantes. Buenas en el sentido que tenemos en el salón virtual variedad de visuales, la información se accede inmediatamente. Esto ayuda al proceso de pensamiento crítico, se presta para evaluar percepción de contenido, análisis. El tiempo se utiliza forzosamente con precisión y otras.

Veo limitaciones en la forma de evaluar al estudiante, escasea la discusión extensa que debe surgir cuando se discrepa, estimula poco los diversos estilos de aprendizaje presentes a la vez en la interacción académica y no necesariamente provoca destrezas de metacognición. Muchos de mis estudiantes universitarios (40%) tienen problemas adquiriendo equipos, no tienen los recursos para pagar conexiones o sus señales son lentas, se les va la energía eléctrica en el hogar, entre otras.

Un elemento que ha llamado mi atención como conductora de los procesos virtuales es la respuesta en las reuniones. A los universitarios no les exijo que tengan la cámara encendida todo el tiempo, lo hacemos esporádicamente ya que sus salas virtuales a veces están ubicadas en sus cuartos, en sus espacios privados. Quizás este es un factor que a veces me hace sentir que estoy en una sesión espiritista. Comienzo con un “¡Hola! ¿Estás ahí? ¿Te puedo ver? ¿Me escuchas? ¿Volviste? ¡Conéctate, por favor!”

Extraño la pizarra, las tizas y el salón convencional para, entre otros, memorizar rostros. Pero, me encanta el cambio de técnicas didácticas, pedagógicas y ante todo, las percepciones humanas y éticas ajustadas. Disfruto el guiar a los estudiantes en etapas novedosas, de diferencias. A todo podemos, ellos y yo, ajustarnos.