Una crisis de salud pública (la propagación global del llamado Coronavirus) está fraguando una crisis económica mundial en la actualidad. Los acontecimientos de las últimas semanas nos confirman la importancia de tener una economía diversificada, que no dependa de un solo sector. Aquellos países que descansan excesivamente en un único nicho económico son los más golpeados en estos momentos. Los ejemplos más llamativos y reseñados por la prensa internacional durante las últimas semanas han sido los que concentran sus economías en sectores como el turismo o la venta de petróleo o sus derivados, pero también incluye a los que dependen excesivamente de la manufactura, como ha sido el caso de China.

Puerto Rico podrá lograr una economía diversificada, más resistente a situaciones como la que estamos viviendo, pero todavía no la tenemos. Aunque en nuestro caso el sector del turismo representa solo un 7% de nuestro Producto Interno Bruto, es la principal industria en varios municipios, incluyendo sectores del área metropolitana, y añade más de 75,000 empleos a nuestra economía. Pero coronavirus (y posibles acontecimientos similares en el futuro) no es solo una amenaza para el turismo, es también una amenaza para el intercambio de bienes para el cual debemos prepararnos, ya que afectaría también a otros sectores económicos.

Desde principios del Siglo XX la economía de Puerto Rico ha sido demasiado dependiente de un solo sector. Ha sido la estrategia y mentalidad del monocultivo, de apostar a que un solo nicho económico será nuestra salvación. No fue hasta la Gran Depresión de 1930 que los dirigentes políticos puertorriqueños y norteamericanos emprendieron un primer esfuerzo por acabar con la excesiva dependencia en el cultivo del azúcar, que empleaba a más del 30% de la fuerza trabajadora en 1940.

Bajo el mandato del Gobernador Rexford G. Tugwell, que coincidió con la llegada del Partido Popular al Poder Legislativo desde 1941, comienzan los esfuerzos por expandir la industria de la aguja, la construcción y fortalecer otros sectores agrícolas como el café y el tabaco. Durante la gobernación de Luis Muñoz Marín desde 1948 se da continuidad a los esfuerzos iniciados bajo Tugwell y comienza un agresivo proceso de industrialización del país, buscando diversificar la economía y proveer mejores ingresos y condiciones laborales para los puertorriqueños. La economía de Puerto Rico terminó expandiéndose en un promedio de alrededor de 5% anual entre 1950 y 1970, pero terminó dependiendo de la manufactura a niveles parecidos a la dependencia anterior en el cultivo de azúcar. Para 1970 la manufactura empleaba al 19% de los trabajadores y representaba el 24% de nuestra economía.

La aprobación por parte del Congreso de los Estados Unidos de los incentivos 936 en 1976 bajo la gobernación de Rafael Hernández Colón propició un crecimiento económico que no experimentábamos en Puerto Rico desde la década de 1960, pero nos hizo aún más dependiente en la manufactura, la cual actualmente representa el 39% de nuestro PIB. El principal error de aquellos años de bonanza fue posiblemente el no entrelazar más las inversiones y operaciones 936 a las con las empresas puertorriqueñas para crear un ecosistema industrial propio en nuestro territorio, esto a pesar de importantes iniciativas como la creación del Banco de Desarrollo Económico en 1985. Hoy Puerto Rico cuenta con nuevas actividades que contribuyen a su economía, pero no necesariamente con una economía más diversificada que en 1970. Ahora en tiempos post 936, hay una carencia palpable de suficientes inversiones externas e internas, a pesar de buenas noticias que esporádicamente recibimos.

Muchas de esas buenas noticias que nos han llegado en los últimos años corresponden a sectores industriales como el aeroespacial, que han ido asentándose en Puerto Rico gracias a nuestros recursos humanos y a las que hasta hace poco se conocían como la Ley de Incentivos Industriales y la Ley 20, basadas en la autonomía fiscal del Estado Libre Asociado. Pero no podemos cometer el mismo error que en tiempos de las 936 y debemos integrar más empresas locales a esas operaciones. Instituciones como la Universidad de Puerto Rico y el Fideicomiso de Ciencia y Tecnología pueden ser instrumentales en esa tarea. La capacidad técnica para lograrlo ya existe en Puerto Rico, pero el gobierno debe estimular y convertirse en un facilitador de esos procesos, y si lo que hace falta es simplemente salirse del medio, pues hacer eso para que al menos la burocracia no sea un obstáculo para que los mencionados procesos se materialicen.

El futuro y diversificación de la economía de Puerto Rico tiene que basarse en el desarrollo de conocimiento y tecnología por parte de nuestras empresas, ya sea para manufactura, servicios de salud, educativos, de información, de finanzas y seguros, entre muchos otros con capacidad de exportación. También tenemos mucho por hacer en mejorar nuestros ofrecimientos turísticos y crear una verdadera economía del visitante, pero siempre entrelazada con los otros sectores económicos que tenemos que robustecer. Todo esto cuando sea necesario en alianza con compañías extranjeras que inviertan en nuestra jurisdicción, lo cual también necesitamos como economía pequeña que somos.

Necesitamos tomar decisiones ahora, elaborar buena política pública y emprender un proyecto económico de país sin ataduras ni oportunismos políticos. Debería ser posible que todos los sectores y partidos políticos puedan ponerse de acuerdo en esto y alcanzar unos mínimos de consenso. Visualicemos la economía que podemos tener, pensemos en el país de primera que podemos ser sin esperar por nadie, sin chivos expiatorios. El futuro nos llama y está en nuestras manos.