Los/as niños/as en Puerto Rico han atravesado por experiencias funestas durante los últimos cuatro años. Desde el paso de los huracanes Irma y María, la crisis económica, el terremoto y sus réplicas en el área suroeste de la isla grande y la actual pandemia del COVID-19.

En la actualidad, necesitamos incluir la violencia de género a la lista de experiencias que muchos de nuestros niños/as se encuentran viviendo dentro de sus hogares. Los niños/as que son testigos de violencia doméstica o son víctimas de abuso están en grave riesgo de sufrir problemas de salud física y mental a corto y largo plazo.

Los niños/as que son testigos de violencia en la pareja, también corren un mayor riesgo de ser violentos en sus relaciones futuras. Existen diversos factores que influyen en las respuestas de los niños/as a la violencia doméstica. Si eres un profesional de la salud mental y acompañas a mujeres y menores sobrevivientes, probablemente hayas observado que no todos/as los niños/as se ven afectados por igual. La edad, la experiencia, el historial de traumas previos y el temperamento de un niño/a influyen. Por ejemplo, un menor que creció en una atmósfera donde hubo un patrón de violencia, puede tener reacciones diferentes asociadas al estrés postraumático que un niño/a o adolescente que fue testigo de una única pelea violenta.

Las investigaciones han demostrado que el apoyo a la familia y la comunidad es clave para aumentar la capacidad de resiliencia de los niños/as y ayudarlos/as a recuperarse. Para la resiliencia de un niño/a es crucial la presencia de un adulto positivo, cariñoso y protector en la vida de un niño/a. Aunque lo mejor es una relación a largo plazo con un cuidador, se ha demostrado que incluso una relación breve con un adulto cariñoso (un terapeuta, un mentor, maestro o proveedor de cuidado diurno) puede marcar una diferencia importante.

En Puerto Rico conocemos el alza en casos de violencia de género. Sin embargo, necesitamos enfocarnos en un sistema de apoyo, dirigido a los servicios e intervenciones tempranas especializadas para niños/as pequeños/as y las familias que experimentan múltiples factores de riesgo. Para las familias, esto puede significar no solo una fuente de seguridad y satisfacción de las necesidades básicas, sino ayudar a reparar o prevenir las relaciones no saludables entre padres, madres e hijos/as y promover relaciones filiales sanas y positivas.

Para los/as niños/as, significa asegurarse de que tengan acceso a atención médica, exámenes de detección y programas de psicoterapia informada en trauma como parte de los servicios especializados. La revisión literaria indica que la intervención con menores sobrevivientes de violencia doméstica, acompañados de intervenciones grupales entre las madres sobrevivientes y las diádicas (madre e hijo/a) promueven una disminución de los comportamientos ansiosos y depresivos y una mejora de las relaciones sociales de los menores y sus madres.

Mediante este escrito, se incita al gobierno a asumir su responsabilidad de dirigir esfuerzos al fortalecimiento del enfoque en la intervención temprana para los niños/as y sus familias.