Por Ivis Negrón Pérez / Periodista independiente

Periodista independiente
Periodista independiente (Suministrada)

Una buena noticia recién divulgada trajo a mi mente el título de uno de los libros del antropólogo social y jesuita Carlos Cabarrús, Haciendo política desde el sin poder. El texto presenta la posibilidad de transformar nuestra realidad a través de la elaboración de fuertes tejidos sociales que, en la urdimbre y trama de su tapiz, generen nuevos tapices de vida colectiva.

La noticia a la que me refiero, y en la que vi ese tapiz que propone Cabarrús, fue la instrucción de la gobernadora Wanda Vázquez de dejar sin efecto el reglamento que rige a las escuelas públicas Montessori, el cual fue cuestionado durante meses por el colectivo que compone el medio centenar de comunidades que optaron por este particular método de enseñanza.

Seguí el tema muy de cerca, como todo lo que ha tenido que ver con él por los pasados casi 20 años, porque mi familia se formó en la escuela donde comenzó a tejerse lo que hoy es un ejemplo de lo que se puede lograr cuando se cree que un proyecto es bueno para el país. Y digo familia porque la madre y el padre también recibimos muchas y grandes lecciones junto a los tres niños.

Durante estos pasados meses, mientras el tema de la pandemia capturaba la atención general, una sólida comunidad de madres, padres, guías, directores y benefactores mantuvieron una constancia increíble por defender la autonomía de la Secretaría de Escuelas Montessori. Aunque el momento no les favorecía, no se dieron por vencidos en su reclamo. Cabarrús le llama a esto una resistencia solidaria, y bien que lo fue.

Pero, ese compromiso, esa cohesión comunitaria, esa persistencia y la claridad en su mensaje no se labró hace unas semanas, ni unos meses, ni siquiera hace un par de años, cuando se aprobó la Ley 277 que creó la Secretaría Auxiliar de Educación Montessori. Eso se fue hilando, primero como un microtejido, en aquella escuela de la comunidad Juan Domingo, en un plantel bien limitado, expuesto al desorden de una de las principales avenidas del país y frente al abierto rechazo de autoridades municipales y estatales.

La visión, el amor de Ana María García Blanco, propiciaron un liderazgo colectivo contagioso, capaz de enfrentar desafío tras desafío. Recuerdo que siempre estuvimos como el salmón, contracorriente. Así, esta comunidad atrajo el interés de otros y otras.

El logro de esta semana pasada es el resultado de la red que se ha forjado entre los más de 50 microtejidos escolares a través del país, de familias que han creído en que educar para la paz es posible; que educar en respeto, solidaridad, sensibilidad y humanidad es el mejor tapiz sobre el que se pueden bordar transformaciones pequeñas, pero tan necesarias para albergar esa esperanza que predica incansablemente Ana María de que otro Puerto Rico es posible.

En estos días en que recordaremos los acontecimientos del “Verano del 19”, es bueno celebrar estas pequeñas victorias de quienes hacen muy buena política desde el sin poder.