Hay gente que por no tener la información adecuada faltan a la verdad al establecer algo como cierto cuando no lo es. Así mismo, hay gente que, a sabiendas, y con datos en mano, tienden a arropar la verdad con un manto de maldad y perversidad para adelantar su agenda en contra de aquellas ideas y realidades que amenazan sus creencias.

Ambas posiciones son igualmente peligrosas y fatalmente dañinas para la sociedad en la que se predican y sostienen. Esto es lo que estamos viviendo con las personas que se oponen a establecer un currículo con perspectiva de género en el sistema de educación pública de nuestro país.

Tanto por la falta de información, como con malicia intencionada para sembrar miedo y rechazo hacia algo que perciben como una amenaza al sistema de valores que sostiene sus creencias, estas personas predican que el establecer un currículo con perspectiva de género abrirá las puertas para que se enseñen y promulguen unas conductas que van en contra de los mores sociales establecidos, particularmente aquellos mandatos divinos contenidos en las sagradas escrituras que sirven de fundamento a su fe. Así, pues, radican proyectos de ley en la legislatura y acuden a las cortes para intentar detener el que se implemente la perspectiva de género en los currículos. Sin embargo, estén conscientes o no, estas maniobras no son nada más que un discurso retórico hueco que utilizan para, deliberadamente, adelantar y afianzar sus agendas ideológicas, pues estas personas prefieren no reconocer el hecho de que la perspectiva de género ya dicta los contenidos de los currículos y las metodologías pedagógicas que se utilizan en nuestros sistemas de educación.

Sí, en las escuelas desde tiempos inmemorables se ha utilizado la perspectiva de género: lo único es que sólo se ha utilizado la perspectiva del género masculino. Casi sin excepción lo que se enseña en las escuelas se hace desde la visión machista, porque es innegable el hecho de que el hombre es quien se ha establecido como la norma que rige todas las esferas sociales, tanto públicas como privadas. El efecto real de este proceso ha sido el dejar fuera de la perspectiva al otro género: el femenino. Como consecuencia de esta visión, se sigue perpetuando un sistema que ignora, invisibiliza y toma por inferior, directa o indirectamente, a las mujeres.

Hasta el presente, nos hemos quedado en el status quo, predicando y buscando la equidad sólo a través de los valores masculinos. Por otro lado, si se establece un currículo con perspectiva de género que verdaderamente esté predicado sobre el valor de equidad, se le estaría haciendo justicia a ambos géneros, reconociendo la aportación equitativa de cada cual al desarrollo los quehaceres humanos.

Por supuesto, las personas que se oponen a esta visión, cuyas creencias se fundamentan en enseñanzas que le dan prioridad al género masculino, buscan toda suerte de explicaciones desasociadas de lo que es perspectiva de género. Esto denota una falta de conocimiento que sustentan con las mentiras intencionalmente promulgadas para justificar el seguir perpetuando un sistema de enseñanza injusto para hombres y mujeres, así como para las múltiples representaciones de seres humanos identificados por raza/etnia, cultura, sexualidad, y/o clase social, de manera individual o colectiva.

En vez de seguir diseminando falsedades, ¿no sería mucho más saludable trabajar con los currículos existentes y revisarlos para incluir la perspectiva de ambos géneros? Eso sería fomentar lo verdaderamente justo, lo congruente con ser personas de fe.