El que un hombre se vista de mujer para una representación artística no es nada nuevo. En estos días se han formulado argumentos a favor y en contra de dichas representaciones y -definitivamente- tenemos que recorrer las páginas de la historia.

Han sido muchos los comediantes que han caracterizado roles femeninos.

Durante el segundo periodo Helénico, allá para los siglos VI ó VII, se les prohibió a las mujeres entrar al teatro, lo que como consecuencia abrió una puerta para el llamado transformismo cuya definición, según la Real Academia Española y en referencia a un actor, significa que es “un artista que cambia rápidamente de indumentaria para representar distintos personajes”.

Limitándonos a Puerto Rico y, según las estadísticas sociales y culturales del Instituto Alejandro Tapia y Rivera en Puerto Rico, se practica el arte del transformismo desde 1880.

En el 1905 existió un personaje famoso llamado La-presa y poco a poco se fueron creando nuevas actuaciones y figuras dentro de este milenario arte. Con la llegada de la radio y posteriormente la televisión en 1954, los personajes de mujer interpretados por hombres han ocupado nuestros espacios de comedia más hilarantes. En La Taberna India el cubano Américo Castellanos dio vida a Floripondia. Este a su vez realizaba con Paquito Cordero y Yoyo Boing espectáculos por las plazas públicas del país. Con la llegada de artistas cubanos en el exilio se asomaron nombres y personajes que ya habían probado su talento y su histrionismo. Recordados por demás: Luis Echegoyen como Cuquita Sabrosura y Tito Hernández como la niña Prematura con un enorme lazo en su cabeza y unos lentes que cubrían su mirada.

Se siguió haciendo uso y costumbre el transformismo televisivo en la comedia sin que esto tuviera que ver ni remotamente con preferencias sexuales o gustos de sus intérpretes.

Así surgieron Ramoneta Cienfuegos de la O, de nuestro querido Shorty Castro; Pasión, de José Miguel Agrelot, y otros tantos como Lulú y Ruperta la caimana de Víctor Alicea; Soledad, de Adrián García; Cuca Gómez, de Otilio Warrington (Bizcocho); Plinia Palerm, de Raymond Arrieta; Agata, de Albert Rodríguez; Minga y Petraca de Antonio Sánchez, y Johnny Ray y -por supuesto- Antonio Pantojas, el rey del transformismo boricua. Y no podemos olvidar a Willie Negrón, Roy Longsworth y tantos buenos actores que han realizado espectáculos con seriedad y respeto.

No puedo dejar de mencionar al gran Johnny Rodríguez quien mantuvo su centro nocturno El Cotorrito con espectáculos glamorosos y finos con chicos que buscaban una oportunidad para brillar.

Ser actor es poner magia en una interpretación. Ser actor es apropiarse con seriedad de una piel ajena y convertir unas actitudes y unos ademanes en propios para comunicar un mensaje y llevar a efecto una caracterización.

En los últimos años y, honestamente, si lo estudias así lo reconocerás, cuando sumas los trabajos de los grandes comediantes del mundo te darás cuenta de que en su momento todos se han vestido de mujer para realizar otro personaje dentro de su cantera de talento y opciones.

Por mencionar algunos: Chaplin, Buster Keaton, Jeffrey Tambor, Robin Williams, Gael García Bernal, Toni Cantó, David Duchovny, John Lithgow, Tony Curtis, Bob Hope y casi todos los comediantes locales desde Luis Antonio Rivera (Yoyo Boing) hasta Edwin Emil Moro pasando por Víctor Santos, Tino Acosta y Luis Abraham, el famoso enanito de Holsum.

Cuando un actor entrenado personifica o caracteriza un personaje de mujer lleva en su trabajo un estudio, un respeto y una profunda responsabilidad. Por falta de espacio no se mencionan todos los nombres que debieran formar parte de este listado.

Existe una serie de jóvenes talentosos como Joshua Pauta, Wil Daniel Meléndez y Freddo Vega, el eje de una controversia reciente.

Yo entiendo que no hay que estar de acuerdo con todos, pero que quede claro que sé que lo que impera es el talento y la valentía de su esfuerzo; serán admirados y aceptados. Si empezamos a boicotear las artes de la representación llegará el momento en que un comediante no podrá interpretar a un pintor, una enfermera, un mecánico o un mozo. Tolerancia, respeto y categoría.