Por Elba Iris Rabell Berríos

En los últimos días, han surgido escritos en varios medios donde se critica y juzga a las personas que salen con frecuencia de sus hogares para comprar alimentos. Es válido pensar que, en efecto, hay un grupo de personas que no tiene la necesidad de visitar los supermercados con tanta frecuencia, no así la mayoría de los puertorriqueños. La mayoría, sí están tomando las medidas de prevención y distanciamiento para no contraer el virus del COVID-19.

Ahora bien, pongamos las cosas en perspectiva. Existen dos realidades. Aquellos que continúan cobrando su salario, ya sea porque trabajan para el gobierno, ejercen alguno de los llamados servicios esenciales, pueden trabajar desde su hogar o simplemente tienen ingresos seguros, esos no tienen que preocuparse por ingeniárselas para pagar la compra de alimentos y que los suyos puedan comer. Simplemente, van al supermercado llenan el carrito y hacen una compra para la quincena o el mes. Así resuelven el asunto con una sola salida y se quedan en su casa.

Pero qué hacemos con aquellos que han perdido sus ingresos, que no reciben nada de nada, muchos de los cuáles están empezando a vivir de la caridad de sus familiares, amigos o vecinos. Pues sepa usted, que ese no puede hacer una gran compra de cantazo, no tiene dinero. Van de poco a poquito, con lo que encuentran y estirando el peso como un chicle.

Pongamos el asunto en blanco y negro. Aunque no queramos aceptarlo, la población de la isla es pobre. Según datos publicados por el Negociado del Censo de los Estados Unidos, en el 2018, el 50 % o más de la población en 36 de los 78 municipios viven en situaciones de pobreza. Especialmente en los municipios del centro, sur y oeste del país, en los que el nivel de pobreza alcanza entre un 60 a un 64 %, o sea, seis de cada 10 personas, son pobres.

¿Qué me dicen de los viejos y viejas? Son el 27.30 % de la población general. Muchos con ingresos limitados y solos, sobre todo a raíz del éxodo masivo hacia los Estados Unidos luego del paso por la isla de los huracanes Irma y María y los terremotos recientes. En esta crisis del COVID-19, siguen igual de solos, dependiendo de quien los pueda llevar a hacer sus compras o en muchos casos ir a pie hasta el colmado.

Hablemos de las madres jefas de familia. El 70.1 % viven bajo el nivel de pobreza con un ingreso promedio de $11, 400 anuales, según datos de la Oficina de Manejo y Presupuesto de Estados Unidos. Las familias la están pasando mal y los gastos de alimento se han triplicado.

Les exhorto a que antes de criticar y juzgar, salgan de su zona cómoda y entiendan que su realidad no es la que viven miles de familias. Tómese el tiempo de mirar hacia afuera de su mundo, quizás se percata por primera vez que hay quien necesita su apoyo y empatía, no su crítica.