Por Luis Conti, activista de derechos humanos y abogado

The opposite of love is not hate, it’s indifference. Ellie Wiesel

Somos inclusivos con un gran asterisco. Hemos dejado que romanticen y simplifiquen nuestra comunidad supeditándola a entendidos estéticos, propios de un producto de consumo. Hemos levantado íconos, referentes vistosos, coloridos y siempre “alegres”. Alexa no cabía en ese estereotipo mercadeable, por su aspecto, su condición de salud y su precariedad reflejada en el desamparo salvaje de la intemperie como cruento hogar.

La historia de las siglas LGBTTIQ+ ha sido marcada en luchas por la visibilidad, aceptación y la inclusión. Pero, la realidad es que solo la “L”, “G” y “B” parecen haber superado la barrera de la indiferencia. El resto son letras desdibujadas de nuestro activismo, sin comprensión, sin visibilidad, sin derechos. En un país donde la incidencia criminal es un gran sismo que no acaba, comenzamos la semana con una persona trans asesinada vilmente a manos de la transfobia.

La indiferencia es asesina. Casos como el de Alexa pasan desapercibidos a diario. Todos los ultrajes, vejámenes, carencias y violencias sufridos por Alexa se han visibilizado en cuestión de días como el epítome del ser incomprendido que fue. El mero cuestionamiento a su identidad es reflejo de esa violencia y de esa indiferencia que nos mata.

La indiferencia es asesina. Casos como el de Alexa pasan desapercibidos a diario. Todos los ultrajes, vejámenes, carencias y violencias sufridos por Alexa se han visibilizado en cuestión de días como el epítome del ser incomprendido que fue. El mero cuestionamiento a su identidad es reflejo de esa violencia y de esa indiferencia que nos mata".

-Luis Conti, activista

Durante años hemos luchado por ser inclusivos. ¿Realmente hemos avanzado? Hablamos de inclusión, pero la vivimos segmentada, relativa por clases sociales, color de piel y estéticas de éxito que excluyen de forma violenta. Los rostros, realidades y escenarios se tornan totalmente distintos, aún entre nosotros mismos.

Debemos repensar nuestra respuesta, nuestro activismo. Hay que revisar nuestro arsenal político, social y cívico. ¿Cómo lo híper visible puede proyectar lo invisible? Los que conservamos y gozamos de una voz activa debemos reenfocar nuestro reflector de luz para que las realidades que subyacen en las penumbras de la zozobra terminen siendo entendidas, aceptadas y bienvenidas a la convivencia en paz. Casos como Alexa sobreviven en todos nuestros pueblos. Decenas de historias marcadas por el discrimen, por la violencia, por la desgracia, la pobreza y la marginación. ¿Hasta cuándo?

En este país se responde con violencia al diferente, cruda realidad. Esto es una lección dolorosa para todos. Ojalá que Alexa se convierta en sinónimo de una indignación que se traduzca en acción política, social y militancia por nuestro derecho a existir tal cual somos. La empatía, el trato digno, el reconocimiento y el respeto cabal de la identidad son cosas necesarias para existir y para vivir.

Si estos aspectos no están presentes luego de esta tragedia, seguiremos siendo parte del problema. Alexa me apela a la autocrítica, a problematizar las respuestas institucionales y a comprender que lo opuesto al amor, es la indiferencia.