Por: Anais Delilah Roque Antonetty

Para el Desahogo

El COVID-19 llegó a Puerto Rico en un momento donde familias en diferentes partes de la isla estaban lidiando con los “aftershocks” económicos, ecológicos, técnicos y sociales de los terremotos, recuperación post- Huracán María y un cambio de gobierno. Las medidas preventivas tomadas por la administración y la Gobernadora Wanda Vázquez, aunque bien intencionadas, han creado nuevos retos para los hogares (aumento en los niveles de desempleo (formal e informal), casos de violencia doméstica, trabajos desde el hogar y módulos escolares entre muchos otros) que solo amplifican las múltiples vulnerabilidades que ya tenía la isla.

En las discusiones de la pandemia uno de los principales enfoques ha sido buscar maneras para evitar el contagio, sin embargo, poco hemos discutido sobre los familiares de una persona que muere por COVID-19 y el rol de las redes sociales cibernéticas y grupos de mensajes ante la desinformación. El reciente caso del Municipio de Rincón presenta un ejemplo para reflexionar sobre la empatía al momento de circular información por redes sociales y grupos de mensajes de texto relacionada a pacientes de COVID-19.

Para dar un poco de contexto, en Rincón el 26 de marzo de 2020 se circuló por redes sociales y grupos de mensajes que la Sra. Lissette Matías, maestra y esposa del policía estatal José Mercado González había fallecido por COVID-19. Seguido por esta noticia, tanto el cuartel municipal de Rincón como el supermercado Econo (donde trabajaba José a tiempo parcial) cerraron como medida preventiva. Sin embargo, como mencionó una miembro de la difunta por su red cibernética, la diseminación de información sin confirmar creó un ambiente cargado e insensible para ellos en momento de luto.

Se debe recordar que la orden ejecutiva de Vázquez prohíbe velorios y los muertos por COVID-19 están siendo cremados o enterrados sin ceremonia como medida preventiva. Es decir que, familiares, amigos y conocidos están pasando momentos difíciles por no tener la oportunidad de reunirse, tocarse, abrazarse y dar un último adiós a su ser querido. No obstante, se puede proveer apoyo social a estas personas. Algunos ejemplos son: teniendo constante comunicación por teléfono o video con estos individuos y enfocándose en conversaciones positivas, recomendando practicar “mindfulness” yoga o buscándole recursos psicológicos. Otra manera es pensar antes de escribir en redes sociales o grupos de mensajes “¿Si fuera yo quien perdió un ser querido por COVID-19, que tipo de información estaría compartiendo a mis redes?”

Aunque no estamos en contacto presencial, nos seguimos comunicando y la desinformación puede tener efectos adversos tanto para las redes de apoyo de individuos en luto como para la comunidad en general. Incurrir en este tipo de prácticas es un acto de solidaridad y sensibilidad ante quienes no tuvieron la oportunidad de acompañar a su ser amado en los últimos momentos. Tengamos en consideración que, aunque este fenómeno nos está afectando a todos, la manera en que se comparte la información puede crear histeria colectiva y dolor a personas en luto.