Apuesto a que no soy el único que percibe una progresiva decadencia en las carreteras de este país.

Llevo 30 años guiando y jamás había visto tanta gente comiéndose los semáforos y cambiándose de carril, sin señales y bien “algarete”. Welcome to the jungle! Suena irónico, pero tenemos más probabilidad de morir y causarle la muerte a otra persona cuando estamos guiando. Entonces, comerse una luz roja no es un chiste. Es un asunto que amerita la atención pública y del gobierno.

Desde la perspectiva neurocientífica, cuando estamos guiando usamos nuestro principal sentido, la visión, para orientarnos y desplazarnos. Comprometemos mucho el tacto y movimiento para controlar el volante y los pedales, y necesitamos extrema atención y memoria de trabajo. Logramos dominarlo con práctica y repetición, aunque todos cometemos errores menores de vez en cuando. El problema son los agravantes que incluyen el uso del celular, el alcohol, el sueño, las condiciones del tiempo, entre otros. Esa mezcla de factores en el cerebro y la mente puede ser problemática.

Escribir un mensaje de texto requiere uso completo de la visión y del tacto, cambio de postura, motor fino, atención selectiva, memoria de trabajo, memoria semántica y procesos de planificación y ejecución (darle “Send”). Cuando hablas por teléfono guiando, necesitas toda la atención a lo que estás escuchando. Como no vemos al otro, ¡eso esperaría yo!, no vemos las expresiones faciales y entonces percibimos el contenido y las emociones mediante la voz de la persona. Eso requiere mayor activación de otros sistemas cerebrales y procesos tales como flexibilidad cognitiva, regulación de emociones, afectividad y reacción al estrés. En buen español, el cerebro se compromete con varios procesos ocurriendo a la vez y aumenta considerablemente la probabilidad y riesgo de un accidente.

Guiar en estado de embriaguez dificulta el control del volante y la velocidad porque reduce la capacidad para reaccionar con rapidez. El alcohol puede inducir sueño porque modifica la neuroquímica del cerebro. Y aunque entiendo que podría ser la realidad de cualquier persona decente de este país, guiar sobrio, pero súper cansado y con mucho sueño, aumenta la probabilidad de dormirse y quitarle la vida a otro conductor, peatón o ciclista.

Particularmente, la cantidad de ciclistas accidentados con traumas físicos y psicológicos, o que lamentablemente han perdido sus vidas en el acto, merece mayor conciencia social. Debemos leer la Carta de Derechos del Ciclista y Obligaciones del Conductor, la cual dispone que todo ciclista puede correr bicicleta y realizar virajes en la vía pública siguiendo las leyes de tránsito. Es obligación del conductor ejercer precaución al pasarle por el lado a un ciclista: es ilegal el contacto físico, no es un vacilón y no es momento para gritar, amedrentar, ni causar situaciones de tensión.

Las calles y carreteras son espacios que merecen nuestra atención plena, ya sea cuando estamos guiando o rodando en bicicleta. Es una desgracia que un familiar, amiga o conocido muera arrollado en su bicicleta por un conductor negligente. Somos más los que seguimos las leyes de tránsito, pero debemos asumir toda nuestra conciencia y responsabilidad a la hora de guiar.