Nuevos acercamientos a la estadidad
El abogado Luis B. Méndez aborda las implicaciones que tiene para Puerto Rico el proyecto de ley aprobado en el Congreso Federal sobre la incorporación de Washington, D.C. como el estado 51.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 5 años.
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Por Luis B. Méndez del Nido / abogado
El pasado 26 de junio, el Congreso de los Estados Unidos aprobó un proyecto de ley que busca incorporar a Washington, D.C. como su estado número 51. A pesar de que el proyecto de ley -apoyado, principalmente, por el Partido Demócrata- tiene pocas posibilidades de prevalecer en el Senado, no dejó de propiciar interesantes discusiones sobre lo que significaría que, por primera vez en más de sesenta años, los Estados Unidos admitiesen a un estado nuevo. Esto, pues, desde que el 21 de agosto de 1959 se admitió a Hawai como el estado número 50, los Estados Unidos han demostrado una invariable aversión hacia alterar su ordenamiento federal.
Si bien la discusión que generó el proyecto de ley estuvo mayormente centrada en las implicaciones que tendría la estadidad para Washington, D.C., algunos políticos estadounidenses no tardaron en trazar paralelismos entre Washington, D.C. y Puerto Rico. Tampoco tardaron en abundar sobre lo que ellos entendían serían las implicaciones que tendría la estadidad para el segundo. Dicha discusión -que pocas veces surge orgánicamente en los Estados Unidos- confirmó la superficialidad con la que algunos políticos estadounidenses abordan el tema del estatus de Puerto Rico. Además, hizo patente que el movimiento estadista puertorriqueño, según encausado por el Partido Nuevo Progresista (PNP), ha fracasado gravemente al conceptualizar lo que la admisión de Puerto Rico como un estado significaría para los Estados Unidos.
Históricamente, el PNP se ha ofuscado con hacerle creer, tanto a los puertorriqueños como al Gobierno Federal, que la admisión de Puerto Rico como un estado será fácil. Ha limado, tímida y delicadamente, las asperezas que un proceso político de tal envergadura necesariamente supone, y ha hecho pensar que la estadidad será posible como por arte de magia, de un día para otro, una vez se cuente con una mayoría electoral. Aferrándose a la noción incorrecta de que Puerto Rico no tiene identidad nacional propia, ni una cultura radicalmente distinta a la de los Estados Unidos, se ha armado hasta los dientes con un discurso pusilánime y con una estadidad chiquitita.
El PNP ha hecho que su estandarte ideológico sea una estadidad insignificante, obsesionada con alterar lo menos posible el orden político dentro del cual existiría. Como parte de este esfuerzo, también ha ignorado el legado colonial que supuso la invasión de Estados Unidos en 1898, y lo que ha representado para nuestra historia más de un siglo de atropellos. Década tras década, el PNP ha hecho todo lo posible con el fin de conceptualizar una estadidad que pase desapercibida, y que, así, le resulte atractiva a, incluso, los sectores más conservadores dentro de los Estados Unidos.
Este acercamiento ha sido un grave error, porque ignora que la estadidad es una alternativa de estatus necesariamente radical. La estadidad, en el caso de Puerto Rico, es radical porque presupone y requiere un cambio radical de paradigma en los Estados Unidos para ser posible. Puesto de otra forma, requiere que una mayoría verdaderamente progresista, tanto en el Congreso como en el Senado, esté dispuesta a incorporar a 3.5 millones de hispanos. No ya como minorías subalternas, sino como una población heterogénea con acceso a las esferas de poder y con participación institucional. La estadidad, en el caso de Puerto Rico, requiere que los Estados Unidos se conviertan en un estado multinacional. Es por esta razón que, contrario a lo que históricamente haya podido sugerir el PNP, es un proceso político difícil, que requiere valentía y consenso y tesón.

La reciente discusión sobre el proyecto de ley que busca admitir a Washington, D.C. como el estado número 51, ha hecho patente el error del PNP, porque demuestra que los sectores dentro de los Estados Unidos que más simpatizan con la posibilidad de una estadidad puertorriqueña son, precisamente, los más liberales. La estadidad de Puerto Rico se perfila, cada vez más, como una causa del Partido Demócrata. Y el Partido Demócrata se perfila, cada vez más, como un partido dispuesto a llevar a cabo cambios verdaderamente radicales en el seno de la sociedad estadounidense. Sin embargo, como el PNP se ha ofuscado con mercadear una estadidad homogénea, sin verdadera profundidad, los sectores más liberales dentro de los Estados Unidos no cuentan con las herramientas de análisis necesarias para estudiar -y adoptar como parte de sus programas partidistas- la estadidad de Puerto Rico.
Al tratar de simplificar lo que supondría la admisión de Puerto Rico como un estado, el PNP ha perdido su más valioso aliado: los sectores más liberales en la sociedad estadounidense, y los más radicales, según encausados, aunque a medias e inconsistentemente, por el Partido Demócrata.
Colaboradores de diferentes sectores de la sociedad puertorriqueña analizan sucesos noticiosos al estilo de Primera Hora
Columnista invitado
Espacio de opinión sobre temas noticiosos y de interés para el País.