Por Elaine Rosa / escritora

En estos tiempos, todos sabemos lo difícil que es discutir temas que involucren figuras controversiales sin que las personas malinterpreten, se molesten y tomen las cosas personales. Y es que, como seres humanos, todos tenemos creencias, emociones y trasfondos diferentes que nos hacen súmamente impredecibles. Es por esto la importancia de practicar el discernimiento crítico a la hora de asumir posturas. La falta de sensibilidad y la incapacidad de simpatizar con personas que no comparten nuestras ideologías políticas es otro síntoma más de la enfermedad social que nos corroe como país: la intolerancia y la falta de empatía.

La realidad es que, si hemos perdido la capacidad de simpatizar con el otro, sin compartir su posición política, dice más de nosotros como colectivo que de cualquier otra persona. El ataque por parte del señor Kobbo Santarrosa hacia la hija de Alexandra Lúgaro, aunque desagradable e inaceptable, es predecible. ¿Qué más se puede esperar de una persona que ha dedicado toda su carrera a desacreditar, atacar y humillar por medio del odio, el morbo y la calumnia a decenas de familias puertorriqueñas?

Sin embargo, a mí no me cabe en la cabeza que esto sea un problema exclusivamente de Kobbo Santarrosa. Lo más preocupante, es la cantidad de personas que no lo pensaron ni dos veces para hacerle coro y justificar lo injustificable. El centro del asunto es que Kobbo Santarrosa está en la posición que está porque cuenta con auspiciadores. Auspiciadores que le pagan pautas, precisamente, porque el mismo cuenta con una gran audiencia que apoya y sintoniza su programa. En otras palabras, en Puerto Rico existe una gran cantidad de personas que comparten su forma de pensar y que se sientan, día tras día, a consumir todo el odio que esta persona les sirve.

Es inconcebible que, en un país donde la violencia de género está rampante, el maltrato infantil es excesivo y la violencia sexual es el pan nuestro de cada día, sea este tipo de discurso el que sea transmitido en plena televisión nacional. Demás esta decir que personas como Kobbo Santarrosa no merecen el privilegio de ocupar los foros de comunicación más importantes del país. Sin embargo, como sociedad también debemos tomarnos este tiempo para reflexionar en el por qué es este tipo de programa el que genera tanto dinero en Puerto Rico.

¿Por qué somos tan rápidos en juzgar a los demás y tan lentos en pensar dos y tres veces en cómo nuestras palabras afectan la vida de las demás personas? Puerto Rico no necesita más opiniones. Puerto Rico necesita líderes íntegros y dignos de confiar. Necesita sanación y reparación por medio de una reforma de educación que se integre a la realidad social y global.

Quizás, y solamente quizás, somos más que esto. Quizás tenemos la capacidad de ser mejor. Quizás…

Quizás somos lo que escuchamos. Quizás somos lo que permitimos.

Apágale el micrófono al odio ya.