Nunca he querido ser protagonista. Suena extraño, pero es mi realidad. La vida misma me ha llevado a ese lugar a veces muy antipático y oscuro. No he sido amante al dinero, reconocimientos ni mucho menos popularidad ficticia. Vivo enormemente feliz pasando desapercibido por el ojo de quienes buscan todo aquello que no aporta a sus vidas... que viven la gran mentira.

Mi pasión por la música me ha brindado todo lo que humildemente he adquirido. Dios puso ya hace varias décadas el legítimo deseo de ayudar a la sociedad a través de la música. Así que como pueden leer por primera vez hago público que mi propósito de vida no es la música ni mucho menos todo lo que puede irónicamente producir. Es el bien social, la gente que se ven en mi espejo… gente humilde con un norte que señala el deseo y pasión por los asuntos que persiguen lo que se nos está yendo de las manos: los valores.

El desequilibro social siempre ha existido y existirá. Ahora con el poder de las redes sociales más allá del verdadero contenido ha sido ese gran tsunami que arropa los verdaderos valores y fundamentos de sana conducta social. ¿Entiendes?

Cuando en la década del 70 fui a vivir a Nueva York contratado por Mongo Santamaría, en mi tiempo libre tocaba con Machito y realizaba muchas grabaciones para el imperio Fania y otros sellos discográficos internacionales. Además de mis arreglos, composiciones y mi comenzar como productor, me insertaron en la comunidad de todos aquellos que dejaron sus tierras para supuestamente buscar el sueño americano.

Lo triste es que muchos terminaron viviendo peor que como vivían en su país y ya el regreso a su tierra no era opción. Finalizaron realizando trabajos humildes y compenetrando su idiosincrasia con los demás hermanos de otros países. Se convirtió en ese gran mundo latinoamericano lleno de necesidades y las mismas se esbozaban en su diario lamento. Aquellas comunidades que en principio repudiaba en base a mala percepción, se convirtieron en la motivación de vida la cual marcó mi por qué estoy aquí y hacia dónde quiero ir.

¡Qué cosa más grande! Quién lo diría que mi atención a la música se enflaqueciera para alimentar el concepto de utilizar la misma como el vínculo más poderoso a ser brindado y proporcionar motivación, empoderamiento y sentido de pertenencia.

Mi interés por la filantropía me llevó a desarrollar proyectos como escuelas de música (Harmony School of Music & Al Compás School of Music), fundación (IMPELPO) y producciones musicales (Tiempo de Amar 2013) con el interés primordial de enriquecer nuestra joven sociedad, que bastante confundida está con los torcidos valores y conductas a seguir. Trillado suena, pero muy real: “atendemos lo malo y lo menos malo no lo atendemos”. El precepto de la familia está tan lacerado que nos provoca glorificar la irresponsabilidad de ese que se hace llamar padre/madre y no atender con disciplina lo que provee el bienestar social de nuestros hijos, jóvenes.

El orden familiar es la raíz de la conducta social. No es un asunto del Gobierno; es llana y sencillamente un asunto de los padres. Esto provoca en los jóvenes artistas (entre otros) la confusión y la laguna de desinterés por la vida misma al no tener valores ni mucho menos poco que recibir. Cuidemos nuestros futuros artistas brindando disciplina y los valores… a la antigua mis queridos.

Primero: amor propio; segundo: amor a tu esposa; tercero: amor a tus hijos.

Ojo... El querer ser protagonistas en el desierto puede confundirte.