Casi no podemos dar crédito a lo que oímos. ¡Otra vez se está planteando construir plantas de energía nuclear en Puerto Rico! Parece que no aprendemos nada de las experiencias del pasado. Y, además, ¿dónde dejamos la energía renovable limpia y segura del sol? ¿Acaso no nos respetamos y lo que decidimos hoy lo echamos por la borda mañana, sin ninguna consideración, así porque sí?

En la década de los sesenta ya tuvimos aquí el gran experimento nuclear con la construcción de la planta “Bonus” en Rincón. Esta planta tuvo que ser clausurada, sellada con una capa gruesa de cemento, para contener la radiación en su interior que, según científicos expertos, duraría unos 140 años.

Allí permanece como un monumento a la entrega del País para experimentos que beneficiarían a otros, la ignorancia, los oídos sordos y el desinterés sobre la salud y el bienestar del pueblo por parte de los gobernantes y su soberbia.

Antes de consumarse su clausura, ocurrieron varios accidentes y escapes peligrosos de radiación. Los niveles de la presencia de cáncer en el área también se habían disparado. Ya para el 1972 se habían cuadruplicado.

Como si esto fuera poco, luego de su construcción, descubrieron que la misma había sido levantada sobre una falla sísmica que atraviesa la isla de Puerto Rico. Ni pensar en las consecuencias que tal descuido podría acarrear.

A pesar de lo anterior, todo el tiempo las autoridades le mentían al pueblo referente a lo que ocurría. A pesar de las estadísticas, el Secretario de Salud planteaba que lo que sucedía con el cáncer en Rincón ocurría donde quiera que aumentara la expectativa de vida. Aunque la radiación alrededor de la planta llegó a contaminar la leche de las vacas que pastoreaban por allí cerca, las autoridades negaban lo que el pueblo conocía y denunciaba.

Luego de la debacle en Rincón, hubo diversos intentos de levantar otros reactores nucleares. Uno de ellos formaba parte de un plan de desarrollo de un complejo industrial en Aguirre, pero fue derrotado en vistas públicas por la peligrosidad que representaba. El barrio Islote de Arecibo pasó a ser entonces el lugar codiciado para la construcción de otra planta. La organización y movilización combativa de la comunidad y la sensatez de sus argumentos dieron al traste con los planes descabellados de quienes impulsaban la energía nuclear: la Autoridad de Fuentes Fluviales de Puerto Rico, hoy la Autoridad de Energía Eléctrica.

Proyectos de tal envergadura siempre se presentan como inofensivos, de gran provecho y la solución maravillosa para una multitud de problemas, hasta que es demasiado tarde. Siempre alguien -menos el pueblo, quien paga los platos rotos- ha de beneficiarse.

Los reactores nucleares son sumamente peligrosos. La contaminación radioactiva es todo menos inocente, como los accidentes en Chernóbil y Three Miles Island claramente lo ilustran. No hay tal cosa como una planta nuclear pequeña, inocua o sencilla.

No permitamos que nos distraigan del objetivo de movernos hacia la energía renovable que nos regala la Creación y que protege la vida humana y la del Planeta.