Lolimar Gómez Torres.
Lolimar Gómez Torres. (Suministrada)

El proyecto 184 que se encuentra ante la consideración de nuestra Asamblea Legislativa, y que busca prohibir las terapias de conversión a menores de edad con miras a cambiar su orientación sexual no solamente ha generado polémica, sino que ha levantado cuentionamientos sobre las verdaderas razones que existen detrás de aquellos que avalan este “tratamiento”.

A pesar que no existe evidencia científica de que estas “terapias” sean efectivas y que incluso, expertos aseguran que las mismas son consideradas un tipo de maltrato y pudieran repercutir en traumas psicológicos y eventualmente desembocar en intentos suicidas, un sector fundamentalista se ampara en que no existe evidencia de ello. Todo esto nos invita a reflexionar a profundidad el tema.

El amor que le debemos a nuestro prójimo no puede estar jamás condicionado a pretender cambiar su orientación sexual. Sin embargo, el mensaje que puede recibir un homosexual, de quien pretenda someterlo a una terapia de conversión es que su preferencia sexual es inaceptable y condenable. Por tanto, podemos concluir que la utilización de tales “terapias” no es otra cosa que una expresión homofóbica disfrazada de terapia. No podemos pasar por alto que un hombre no escoge ser homosexual , al igual que un negro no escoge ser negro. O una persona no escoge ser fea o linda. Ya es hora que entendamos que el homosexual nace no se hace.

Mientras todo un pueblo agota sus energías en la discusión de este proyecto y unos se expresan a favor y otros en contra, no existe ninguna pieza legislativa que diseñe la administración de unas terapias dirigidas tanto a los homosexuales como a su entorno familiar con miras a fortalecer su aparato emocional, de forma que puedan lidiar con el discrimen, el atropello, el rechazo y la burla constante, de la cuales son objetos nuestros hermanos homosexuales. Esta debería ser la verdadera terapia que debe estar en discusión en nuestra Asamblea Legislativa. A fin de cuentas no podemos responsabilizar a un homosexual por su preferencia sexual. Como tan poco podemos responsabilizar a un heterosexual por su preferencia sexual.

Se ha llegado el momento en que entendamos que no debemos pretender cambiar a los homosexuales, por el contrario los que debemos cambiar es nuestro pensamiento.