Por Johanna Rosaly / Actriz‪

Ok, tú te sentías bien, estabas aburrido y tus panas te llamaron para ir a jangear.‬

‪Allí donde jangueaste había otros como tú, que se sentían bien y querían pasarla bien.‬ Pero ya estaban infectados aunque no lo supieran.‬

‪Y te infectaste, aunque no lo notaste enseguida.‬ Y regresaste tarde a casa después de pasarla brutal en la placita, la playa o el chinchorreo.‬ Y sintiéndote súper bien, fuiste el domingo a casa de tu abuela a almorzar su arroz con longaniza, increíblemente bueno.‬

‪Y la besaste al llegar, así como a tu sobrino más chiquito, de dos años.‬‪Y después de almorzar te despediste de la familia porque te sentías un poquito mal, seguramente por la resaca de la noche anterior. ‬

‪Y dos semanas después te enteras de que tu sobrinito fue diagnosticado con COVID19, y eso te partió el alma.‬ ‪Pero lo que más te hace sufrir es que, aunque tú te sientes bien —aparte de un poquito de fiebre— no vas a poder ir al funeral de tu abuela.

La familia no quiere que contagies a más nadie.‬

‪Solo te queda el recuerdo de la bendición que te dio ese domingo cuando te entregó el envase plástico con una ración de arroz con longaniza.

—“Como te gusta tanto, te guardé un poquito, por si te da hambre esta noche, mi’jito.”

Y la besaste.