El representante Georgie Navarro lo dijo clarito: “Para trabajar conmigo tiene que ser PNP. Si no es PNP no puede trabajar conmigo”.

Y todo el mundo gritó mil barbaridades. Por lo menos a mí no me sorprende. Lo que me sorprende es que a mucha gente le sorprenda. 

Por años se ha escrito sobre cómo para recibir ayudas había que ser popular o penepé. Que para obtener un trabajo en el gobierno tenía que ser de las avanzadas de los partidos políticos y de cómo los activistas políticos le pasaban factura a los candidatos electos luego de las campañas para colocar el pana aquí, la esposa allá y al nene por acá.

Así quedaban fuera excelentes profesionales apolíticos preparados para ejercer en el gobierno. Servidores públicos que, de verdad, querían hacer de Puerto Rico uno mejor para ellos, sus padres y sus hijos.

“Si es popular no lo evalúo”. Así dijo el ahora cantante de kareoke y cuasi boxeador Georgie Navarro mostrando una media sonrisa de incredulidad ante las preguntas de la periodista de WKAQ 580 Veronique Abreu Tañón, quien cuestionaba una y otra vez los argumentos del representante.

¿Y por qué la reacción del público? Todos sabemos que las agencias públicas del país están choretas de activistas políticos conocidos como “batatas” que están a cargo de ellas y supervisan a personas preparadas y capacitadas que quieren servir bien al país. Pero nos duele más que alguien lo diga sin tapujos.

Es como el chisme de barrio que corre de lado a lado y se deja pasar hasta que alguien a boca de jarra dice “pero si eso lo sabe todo el mundo”. Entonces se ofenden.

“Son puestos de confianza”, añadió el legislador y podría tener razón. Pero, ¿no se supone que esos puestos en el gobierno sean para servir al país y no para servir de activistas de campaña? 

Ya lo dijo el ahora exrepresentante Guillerno Miranda Rivera: “Hay que seguir la ley donde todos estamos aquí beneficiándonos de todo”. Y esas son las reglas.

Navarro está bien claro. Por más talento que tenga la persona tiene que ser PNP o no formará parte del equipo. Así es más fácil pues no lo cuestionará, no le corregirá, no lo advertirá y no fiscalizará su capacidad. Él es político y punto. Él está allí, según dijo, “no para ser representante si no para traer la estadidad”. Así que prohibido pensar que todo está escrito. 

Y así es en muchas de las oficinas y agencias de gobierno donde, con cada cambio de gobierno, se forma un Royal Rumble match. Una lucha de todos contra todos donde obstaculizarán cada transición, se vigilarán unos a otros, obstaculizarán las gestiones y procesos y se acusarán mutuamente de politiqueros y corruptos. 

El resultado de esta lucha encarnizada, donde saltan penepos y populetes desde la tercera cuerda, vuelan sillas y se aplican picadas de ojos y torniquetes, es el golpe al corazón del pueblo al estilo Invader.

Por eso quebró el monopolio de la AEE, por eso las agencias no funcionan, por eso existen los amigos del alma, por eso hay corrupción e impunidad. La culpa es nuestra porque pensamos que si no nos tocan o nos beneficia nos conviene quedarnos calla’os.

Si lo pensamos bien, Navarro no dijo nada que no se supiera. Solo nos recordó cómo es que trabaja la política. Afortunadamente la enorme mayoría de los empleados públicos, no importa su afiliación política, son excelentes y honestos y están allí por mérito propio.

Navarro cerró la entrevista diciendo: “hay dos o tres que quieren imitarme, pero el único soy yo”. A un año de las elecciones ya ustedes saben lo que significa.

¡Atángana, sonó la campana! ¡It’s Showtime!