Alex Cora fue un buen jugador de Grandes Ligas. No una superestrella, pero sí un atleta que hacía muy bien su trabajo.

Es de muchos conocido su inteligencia, entendimiento del deporte, capacidad de cohesión, estratega y motivador y su habilidad para sacar lo mejor de sus jugadores.

Los que lo conocen bien destacan que desde niño demostró ese gran intelecto, paciencia y destreza de análisis.

Carlos Beltrán no está lejos de esas características. Desde sus inicios como depurado jardinero de los Reales de Kansas City, el manatieño se ganó el respeto y admiración de sus compañeros por su madurez, sapiencia e inteligencia, además de su calidad humana.

Entonces, ¿qué pudo haber ocurrido que ambos terminaron involucrados en uno de los más grandes escándalos en la historia del baseball en particular y el deporte en general?

El llamado “robo de señales” ha existido desde el mismo principio del baseball. Todos: dirigentes, jugadores, directivos, como parte de la estrategia de juego, buscan “robarse la señal” del equipo o rival de turno. 

Para mí la frase “robarse la señal” está mal utilizada. En cualquier deporte, ajedrez, NBA, NFL, fútbol, boxeo, por mencionar algunos se busca descifrar o anticipar el próximo paso del contendiente y eso es parte de la estrategia. Hasta ahí no hay nada ilegal.

Pero cuando se trabaja en un esquema, una estructura y -en este caso- un espionaje electrónico organizado, hablamos de algo mucho más serio.

El ser humano, que es extremamente competitivo en ocasiones, pierde control de ese espíritu y utilizando sus capacidades comete errores de juicio pensando que nunca será descubierto y que todo es parte del juego. Ahí estriba la gravedad de los señalamientos contra Cora y Beltrán. 

Más aún cuando el presidente de MLB, Rob Manfred, fue informado de este tipo de práctica en el 2016 y advirtió a todos que, de ser descubiertos, habría serias consecuencias. Se hablaba de que los Yankees y Dodgers incurrían en esquemas similares.

¿Son Cora y Beltrán chivos expiatorios para dar una gran lección y salvar el baseball de escándalos como los “Medias Negras” de Chicago en 1919 y el de los esteroides anabólicos? ¿Ustedes piensan que la MLB desconocía de esos escándalos?

Algunos señalan que lo que se busca es complacer algunos castigando a Cora por el desplante que le hizo al presidente Donald Trump al no asistir en el homenaje a los Medias Rojas de Boston tras ganar el campeonato en 2018 en protesta por el trato hacia Puerto Rico tras el huracán María. Créanme, MLB no es un santo de la caridad. Y de eso pueden hablar muchos exjugadores y directivos.

Cora actúa correctamente al no hablar debido a que hay una investigación en proceso. Beltrán renunció como dirigente de los Mets, valientemente aceptó el error, mostró su vergüenza y pidió perdón.

Sin dudas, ambos cometieron un grave error. Pero eso no les resta a su legado y a su calidad humana. 

Cora es un fenómeno, un humilde cagüeño que ama su patria, que respondió a ella ante la adversidad, que trajo el trofeo de campeón a la isla y que gritó ante lo que entendió era discrimen hacia su país.

Beltrán igual. Siempre presente en las causas, humilde, trabajador orgulloso de su gente. Nos duele que su camino a Cooperstown esté ahora en peligro. No podemos olvidar cómo Grandes Ligas penalizó a Roberto Alomar. Es triste pensar que el futuro de ambos pueda morir o permanecer manchado. 

Debemos apoyarlos y no echar más sal a la herida. Ellos están conscientes de su situación. 

De mi parte, solo encontrarán un fuerte abrazo. Porque yo he mentido, he ocultado y he fallado, como todos, y he enfrentado y afrontado las consecuencias.

Pero nunca me faltó el abrazo y una nueva oportunidad.