Se ha convertido en una de las producciones más vistas de Netflix no solo por su trama si no por la controversia y su confuso final.

No, no pretendo ser crítico de cine. Ni Juanma Fernández París ni Félix Caraballo me lo perdonarían. Pero sin dudas la película El Hoyo es un reflejo de lo que vivimos en el archipiélago de Puerto Rico.

Dirigida por el español Gaztelu-Urrutia, la trama se desarrolla en una prisión del futuro, donde los reclusos viven en celdas verticales y son alimentados a través de una plataforma que baja piso por piso. Los de arriba literalmente engullen con gula y egoísmo el alimento, mientras los de las celdas inferiores mueren de hambre.

La lucha por la supervivencia llega al punto del suicidio y hasta el canibalismo.

Los críticos resumen la trama como la lucha de clases donde los más poderosos y protegidos aplastan la mayoría, principalmente los desprotegidos. Algunos señalan que es una metáfora de cómo el capitalismo salvaje abusa de los desventajados provocando la desigualdad, explotación y miseria.

Me atrevería a decir que va más allá. Es la explotación en cualquier sistema de gobierno no importa como se llame. En El Hoyo le llaman “La Administración”.

Esa administración engaña “hasta los suyos” aprovechándose y utilizando a “los de arriba”, llenando sus barrigas y convirtiéndolos en “tontos útiles” para así afianzarse en el poder.

Los de arriba incluso se burlan y hasta hacen sus necesidades en las sobras de los alimentos que “los de abajo”, aún así se verán forzados a consumir.

Es entonces que el protagonista junto a otro compañero y, luego de pasar experiencias aterradoras que casi le cuestan la vida, deciden convertirse en justicieros y organizan un método para hacer llegar más comida a los presos de pisos inferiores.

Mientras bajan se topan con la realidad de la guerra por la supervivencia y ven cómo los presos se pelean entre sí olvidando que unidos pueden forzar el cambio.

Al final Goreng, el protagonista, interpretado magistralmente por el actor español Iván Massagué, descubre que “La Administración” también mintió al decir que no había niños en la institución carcelaria. En este caso una niña que se convirtió en símbolo de la esperanza de una sociedad que urge un cambio para acabar con la pobreza, la desigualdad, la explotación y los abusos de los poderosos.

Por siglos Puerto Rico ha estado en “el hoyo”. Desde la conquista española, pasando por la invasión americana y el coloniaje. Hemos preferido el engaño con tal de disfrutar los beneficios de los primeros pisos hasta llegar a la quiebra aún conscientes de las mentiras de “La Administración”.

El huracán María, los temblores en el sur y hasta la pandemia del Covid-19 han dejado ver cómo se organizan con inmediatez esos grupos que con un cuchillo “súper samurai” cortarán tus carnes para seguir viviendo en su burbuja.

Como nos muestra la película, la batalla está en entender que ni los de arriba ni los de abajo pueden sobrevivir en el egoísmo. Que hay que denunciar y acabar con la jaibería, el discrimen y el abuso.

Como en la niña de la película, el mensaje debe llegar piso por piso, nivel por nivel y de forma persistente hasta arriba.

Si no forzamos el cambio terminaremos comiéndonos unos a los otros en “nuestro propio hoyo”.